martes, 13 de agosto de 2013

El desfile (VIII): Aflojando la pasta.

Sinopsis: He sido designado para montar un desfile de moda tiranistaní en tres semanas, con la ayuda de un funcionario tiranio un pelín pusilánime, un italiano ensoberbecido y un par de altos funcionarios tiranios tocapelotas. Claro que hay algunos problemillas que hay que ir resolviendo, y para resolver el que tenía entre manos lo más lógico sería asaltar un banco. De esta serie ya hemos visto unos cuantos antecedentes, que son éstos: I, II, III, IV, V, VI y VII.

Eran las once de la mañana, y antes de terminar el día tenía que entregar diez mil dólares calentitos a la caja del Bolshoi. Bien íbamos. Salí del despacho de Iksánov no sabiendo si ir a derecha o a izquierda, ni si asaltar un banco o ir con mi enésimo ultimátum a la Embajada de Tiranistán, donde no creo que me recibieran con los brazos abiertos. Pero llegué a la calle, y allí estaba Konstantin, que se me acercó:

- ¡Alfor! Tenemos los trajes ahí todavía, en la furgoneta ¿Qué hacemos con ellos?

Ostras, los trajes... con el jaleo, se me habían ido completamente de la cabeza. Bfff...

- Esperad ahí hasta que llegue Salaroy y los metéis donde él os diga.

- ¿Quién es ese Salaroy?

Claro, claro...

- Bueno, vamos a irnos hacia mi oficina y aparcad allí hasta que sepamos dónde ponerlos. De momento, os quedáis cerca. Ya hablaré yo con Jiménez para que os pague estas horas. Ah, voy con vosotros.

Llegamos a mi oficina. Salí de la furgoneta y les dije a Konstantin y a Artyom que no se movieran de allí. Entonces salieron a mi encuentro Salaroy, Lupita Ocirapa y Héctor Areduha. Los que me faltaba por ver para redondear el día.

- Que nos vamos al teatro - dijo Héctor - ¿Está todo preparado?

- Bueno, tengo que resolver unas gestiones esta mañana. Yo creo que entre esta tarde y mañana se podrán hacer los primeros ensayos, pero primero tenemos que habilitar una sala para ello.

- Tenemos que hablar con Engatusso.

- Creo que sí, pero no sé por dónde anda.

- ¿No está en el hotel?

- No lo sé.

- Alfor, no me gusta cómo está marchando este proyecto. Falta sólo una semana, y tengo la impresión de que no queda mucho tiempo. Tenemos que trabajar más en el diseño y en el concepto del acto.

- Desde luego, desde luego... lo que pasa es que tengo una gestión ineludible que tengo que resolver esta misma mañana, y realmente no puede esperar.

- Alfor - terció Lupita, ese ser escuálido -, creo que debería tomarse más en serio este desfile. Me da la impresión de que no se está implicando bastante.

- Lupita, créame que me lo estoy tomando muy en serio. Pero ahora tengo que hacer algo, de verdad.

Salaroy, a quien se veía astante anulado en presencia de los otros dos, no dijo ni mu. Yo me conseguí desembarazar del trío de funcionatas tiranios y me lancé a buscar a mi contable.

En Rusia, un contable no es que sea necesario. Es que sin uno bueno estás muerto, y no abundan los buenos. Pero la mía lo era.

- Kramenova, verás, necesito diez mil dólares en efectivo.

Normalmente no solía poner en apuros a la contable, pero en esta ocasión me temo que no tenía otro remedio. Hay que reconocer que se portó bien.

- Bueno, yo hago los papeles ahora mismo, pero no sé cómo voy a ir al banco a sacar el dinero.

- Mmm... voy a llamar a mi taxista - dije.

Claro, la alternativa era pillar al amigo Konstantin, pero, entre los trajes, los pasajeros y la madre que los parió, el lío hubiera sido tremendo. Y prefería que los dos pollos se fueran a llevar los trajes al Bolshoi en cuanto fuera posible. Me fui a mi despacho y descolgué el teléfono.

- ¿Víktor?

- ¡Alfor! ¡Amigo querido! ¡Cuánto tiempo sin saber de ti!

- Mucho, sí ¿Estás libre?

- Sí, entro en el turno de esta tarde.

- Ven a mi oficina, que tengo trabajo.

- ¿A dónde vamos?

- A sacar dinero de un banco, y luego a pagarlo.

- Ya voy. Dame media hora.

Cuando Víktor decía media hora, seguro que no bajaría de una. Vale. La contable estaba haciendo los papeles; los tres funcionatas estaban dando la murga a Oskarl, una de ellas seguramente se estaba quejando de mi indolencia y desinterés en el desfile; Iksánov seguía esperando la pasta, con Mstislav Borísovich soportando las broncas que le debían estar cayendo; Konstantin y Artyom seguían en la furgoneta con los trajes; Engatusso debía estar en la agencia de modelos con la profesional que había contratado, o en cualquier otro sitio, pero en todo caso con la profesional que había contratado. Vamos, que todo estaba bajo control.

Cuando llegó Víktor, la contable, que había hecho los mil y un papeles que en Rusia se necesitan para sacar pasta de un banco, y yo salimos hacia el banco. Menos mal que el Tiranistán, que había presupuestado mucho más de lo necesario, nos había pagado un adelanto y que teníamos fondos en aquel momento, porque, si no, el desfile no lo salvaba ni el mismísimo Putin que se pusiera a desfilar él mismo.

En el banco, cuando les dijimos lo de los diez mil dólares, ni se inmutaron. En España, si te hace falta una cantidad así y vas al banco sin avisar, estás listo si quieres que te la den. En Rusia, donde lo que mola es pagar en efectivo, y si es posible dando un golpe sobre la mesa con el fajo de billetes, ir por ahí pidiendo diez mil dólares al cambio no es tan extraordinario.

Metimos los fajos de rublos en el bolso de la contable, y salimos del banco mirando a derecha e izquierda. Menos mal que Víktor era de confianza (otro día contaré una historieta sobre él). No nos asaltó nadie, suponiendo que no consdieremos un asalto lo de Iksánov, llegamos al Bolshoi, encontramos a Mstislav Borísovich, porque Iksánov parecía de los que no ensuciaban las manos, y nos pasamos media hora contando billetes.

- Hala, ahí tiene. Denos un recibo.

- ¿Un recibo?

- Ya sabe: la señora presidenta está invitada.

- Ah, sí. Aquí tienen el recibo.

Y nos dio un papel bastante cutroso, pero que por lo menos tenía el membrete del Bolshoi y la firma y sello de Mstislav Borísovich.

- ¿Te vale, Kramenova?

- Me vale.

- Pues, hala, vámonos de aquí. Aún llegamos a comer.

Y a comer que nos fuimos. Contra todo pronóstico, otro obstáculo más había sido superado.

Y el que se va ahora mismo soy yo, que se hace tarde. Eh, que es tardísimo...

3 comentarios:

  1. Pero menudo marrón no?

    a día de hoy el tema sigue siendo igual de descontrolado? es decir, asumo que las cifras se han multiplicado por 100 pero los asuntos se siguen resolviendo igual?

    un saludo!

    ResponderEliminar
  2. Miguel, tengo la impresión de que, en líneas generales, el asunto es menos descontrolado, en el sentido de que, si quieres hacer algo de manera totalmente legal y transparente, puedes hacerlo. Con mayor esfuerzo que en el resto de Europa, pero puedes hacerlo.

    ResponderEliminar