miércoles, 15 de mayo de 2013

Peatones

Pues sí, Moscú cada vez más es una ciudad sometida a los automovilistas, que son los que están organizados. Y el resultado es que nadie está a gusto, ni tirios automovilistas ni troyanos peatones. Cada vez hay más coches, y cada vez hay menos sitios para todos. A los coches, que los zurzan, que en el pecado llevan la penitencia, pero los peatones, ¿qué mal hemos hecho?

Y así vemos cómo ha quedado Tverskaya, en su día una acera ancha a ambos lados de una calzada de cuatro carriles en cada sentido. Como ya vimos, la acera ha ido destinada no a los peatones, como uno pudiera pensar, sino a que aparquen los coches, que son los que mandan. Cuando, además, te meten un andamio en cualquier edificio, los peatones comienzan a experimentar qué es un atasco, pero un atasco de peatones sobre la acera.



Aparcar sobre la acera es que ya ni siquiera está mal visto. A mí se me caía una lagrimilla al ver a este peatón abnegado, que se cuela cual anguila entre el coche y la pared, en lugar de pasar por donde hay sitio. Debe ser soviético tradicional, de los que siempre cumplen las normas, aunque sean los únicos.



Pero, si lo de Tverskaya es vergonzoso, o debería serlo, lo del Sadovoye Koltsó, unos cuantos metros más allá, ya es la pera limonera. No sólo se puede aparcar en la calzada, cosa normal, sino que también se permite hacerlo en la acera ¿Y cómo salen los coches que están aparcados en la acera? Bueno, pues avanzando por la acera hasta llegar al paso cebra más próximo y, si algún peatón se pone en medio, peor para él. Uno se encuentra a coches circulando por la acera como si tal cosa, y encima tiene que agradecerles que no vayan rápidos.



Lo que no ha cambiado son las costumbres tradicionales: si algún fulano dice que hay pintar líneas aquí, se pintan y punto. Lejos de nosotros la funesta manía de pensar.



El día menos pensado veremos coches descansando encima de los bancos. Al tiempo.

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