jueves, 1 de noviembre de 2012

Rusia como unidad de destino (II)

En 1905, la supuesta superioridad eslava sufrió un golpe durísimo. Los japoneses, esos orientales retrasados, dieron a los rusos p'al pelo en la guerra ruso-japonesa, algo que en la mentalidad eslavófila era directamente incomprensible, pero sucedió. Al choque siguió una serie de disturbios que terminó con el zar dando su brazo a torcer y convocando elecciones parlamentarias, con partidos políticos y todo.

Ése fue el momento de los prooccidentales, que se demostró que estaban mucho mejor organizados que los eslavófilos a la hora de la lucha electoral y parlamentaria. Además, comenzaba a aparecer un molesto tercer convidado en forma de movimientos obreros todo lo minoritarios que se quiera y que, entonces, eran por definición internacionalistas y por tanto alejadísimos de la eslavofilia o de cualquier sentimiento nacionalista (lo de los sindicatos abertzales vascos, esa curiosa conjunción de obrerismo y nacionalismo, vino después).

El zar, Nicolás II, era tan eslavófilo como casi todos sus antecesores (bueno, Pedro I y Alejandro I eran otra cosa) y veía con muy mala gana la mera existencia de la Duma, y mucho más que estuviera dominada por los partidos liberales, por muy aparentemente leales que fueran la mayoría de ellos. El zar fue disolviendo sucesivas dumas y modificando el sistema electoral, hasta que, poco antes de la Primera Guerra Mundial, llegó la IV Duma, en la que, esta vez sí, los eslavófilos (llamados "chernosótentsy", por sus enemigos, nombre que acabaron adoptando ellos mismos) tenían una clara mayoría.

El estallido de la Primera Guerra Mundial fue el último punto álgido de la eslavofilia, y además los prooccidentales no podían protestar demasiado, porque Rusia se alineó con los regímenes parlamentarios occidentales frente a los imperios centrales y el turco. En particular, la guerra contra el sultanato otomano, en el frente caucasiano, era la auténticamente patriótica. Los turcos otomanos eran los opresores históricos de los pueblos eslavos del sur y, por si fuera poco, la segunda Roma, Bizancio, era su capital y había que liberarla. Vamos, que las incursiones rusas contra Constantinopla datan del siglo X, en ese intento ruso constante en salir al Mediterráneo (ahora se conforman con comprar chalés en Torrevieja, como los madrileños).

Pero la guerra fue de mal en peor. En febrero de 1917 sonó la hora de los prooccidentales, que dieron un golpe de Estado que forzó la abdicación del zar. Rusia se convirtió en una república prooccidental dirigida por Kerensky, que por supuesto continuó la guerra del lado de los aliados.

Es dudosa cuál era la actitud del pueblo, fuera de las turbas de San Petersburgo y de Moscú. Nicolás II siempre estuvo convencido de que el pueblo le seguía siendo fiel, y de que todo el jaleo estaba movido por demagogos y pequeños grupos de revolucionarios decididos, y la verdad es que eso concuerda totalmente con las ideas de Lenin de cómo debía ser el revolucionario y la revolución.

La guerra siguió yendo mal. La ofensiva de verano de 1917 en el frente europeo no sirvió para nada más que para cabrear más al personal. Y, entonces, en noviembre de 1917, llegaron los terceros en discordia, los revolucionarios de la dictadura del proletariado y el movimiento obrero, y se hicieron con el poder.

Los bolcheviques cometieron muchísimas torpezas en sus primeros meses en el poder, pero hay que reconocer que hicieron una cosa a la perfección: dieron un nuevo sentido a la existencia de Rusia. Cuando uno compara con lo que hicieron los revolucionarios españoles en 1833, o en 1868, o en 1931 (y, por qué no, en 1977), uno percibe el fracaso en dar una misión alternativa a la que siempre había tenido la España tradicional... y eso llevó al fracaso de los sucesivos regímenes políticos, incluido el actual (un saludo al señor Mas, que hoy está por aquí fent pais... i desfent pais). Los bolcheviques, en cambio, tuvieron éxito en sustituir una visión de Rusia como guardiana de las esencias de la religión ortodoxa y de la raza eslava, para reemplazarla por una visión de Rusia como vanguardia del movimiento obrero internacional contra el capitalismo. Por eso Rusia, incluso hoy, resulta tan simpática a los izquierdistas de todo el mundo, mientras que España sigue despertando las antipatías del mundo protestante anglosajón porque su imagen de defensora de la fe católica, que lo fue durante muchísimos años, no la han conseguido borrar todos los años de revolución y autoodio que llevamos padecidos en los últimos dos siglos.

Los bolcheviques sí lograron borrar la imagen y la misión anteriores que había tenido Rusia, y ese mérito en pro de sus intereses hay que reconocérselo. De la defensa de la fe ortodoxa se pasó a una de las persecuciones más crueles del siglo XX y de defensa de la raza eslava al internacionalismo obrero más radical, todo ello aderezado con una propaganda eficacísima.

Ni los eslavófilos ni los prooccidentales se iban a rendir tan fácilmente: como pasó en cada revolución en España (bueno, menos en la última), era el momento de la guerra civil, esta vez en Rusia.

4 comentarios:

  1. No estoy para nada de acuerdo en que Rusia tenga la simpatía de la izquierda mundial. Mi impresión es que quien ve mejor a Rusia actualmente es la extrema derecha. Sí estoy de acuerdo en el desprecio, e incluso odio, anglosajón a España sigue muy vivo (aunque no nos desprecian sólo a nosotros, sino casi a cualquiera que no sea anglosajón).
    Saludos

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  2. Jorge, bienvenido y gracias por el piropo. A ver si quedan muchas más.

    Fernando, es discutible, vale. Pero que la extrema derecha vea con simpatía a Rusia no quiere decir que la izquierda también la vea con simpatía. No es excluyente.

    Pero ya trataremos de eso, vale.

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  3. Hola Alfor:

    Te sigo desde hace unos cuantos meses. Gracias por dedicar tiempo y buen hacer a contar cómo es la vida en la Rusia de hoy en día. Por compartir con nosotros anécdotas tan divertidas como las que os ocurrieron en la visita de tus amigos, la serie gosti. Y por aclarar capítulos de la historia como la de este hilo. Un fuerte abrazo

    Óscar

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