jueves, 10 de mayo de 2012

Victoria humedecida

Nunca había pasado una cosa así. Al menos, desde que yo estoy por aquí, y probablemente desde que Luzhkov fue nombrado alcalde de Moscú; pero ha sido cesarlo y acabarse el sol el 9 de mayo. El nuevo alcalde, Sobyanin, no le llega al anterior a los talones en eficacia meteorólogica.

Ayer mucha gente cree que la noticia estuvo en los tortazos que se dieron la policía y la oposición (más bien los primeros a los segundos), pero no. Eso no debería ser ni noticia, y menos últimamente, en que pasa varias veces al día. Lo verdaderamente noticioso es que ayer llovió en Moscú durante el desfile militar.

Luzhkov no lo hubiera permitido. Luzhkov, en todos los años de su mandato, contrataba aviones para dispersar las nubes y, efectivamente, siempre consiguió que la mañana del 9 de mayo fuera soleada. Costaba un quintal, sí. Más de una vez hizo un frío que pelaba (yo he llegado a ver dos magros grados), sí. Por la tarde se le acababa el invento y llovía indefectiblemente, sí. Pero la mañana del 9 de mayo era sagrada, y tenía que ser soleada sí o sí.

Al levantarme ayer y ver el cielo cubierto pensé que me había equivocado de día. Que volvía a ser 8 de mayo, como en el día de la marmota. Pero no. Era 9 de mayo, por la mañana, estaba lloviendo, el cielo estaba cubierto y nosotros, que nos queríamos ir de excursión al bosque con un grupo, nos quedamos sin excursión, porque, aunque dejara de llover, en el bosque no se podría más que chapotear, nada de asar carne.

Sobyanin dimisión. Ya.

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