En estas vacaciones me he dedicado más que de costumbre a hacer deporte. No sólo esos deportes banales y obvios, como las carreras de fondo o la natación; sí, de ésos también, vale, pero ya llega uno a una edad en la que hay que buscar emociones más fuertes, y aquí entran los deportes de riesgo al volante.
¿Formula-1? ¿Rallies? ¡No! En muchos puntos de España es posible practicar deportes de riesgo no sólo sin necesidad de hacer barbaridades, sino cumpliendo estrictamente las normas de tráfico.
Así, en estas últimas dos semanas he estado circulando casi a diario por la famosa recta de Sueca, una parte de la futura autovía A-38 que está aún en obras, pero que tiene abierto un carril rectísimo en cada sentido. Hay bastante tránsito, por lo que es prácticamente imposible adelantar utilizando el carril opuesto. Supongo que a causa de las obras, o porque le ha parecido bien a alguien, o porque sí, la velocidad en toda la recta está limitada a 80 kilómetros por hora, salvo en algunos tramos, en que lo está a 60.
El deporte que propongo, y que he practicado con profusión este mes de agosto, consiste en respetar a rajatabla los límites de velocidad, sin pasarse un kilómetro de la velocidad permitida, cosa que allí no hace prácticamente nadie. Gana el que consiga formar una cola de vehículos más larga. Un día debí estar especialmente brillante y conseguí veintiuno. Para contarlos, basta con esperar al final de la recta, cuando ya está abierto un tramo con dos carriles, y ponerse en el carril de la derecha, mientras los demás conductores meten el acelerón tras ocho kilómetros de paciencia y frustación y te pasan.
Si consigues que alguno, normalmente el que tenías inmediatamente detrás, te haga signos soeces de desaprobación de tu forma de conducir, puntuas el doble. A mí me los hizo un camionero que intentó amedrentarme durante casi toda la recta poniéndose a menos de un metro de mi parachoques trasero. Yo, ni caso, respetando a saco la limitación de velocidad. Al final, me adelantó desesperado, pero yo le pillé de nuevo en la autovía y le pasé, momento que aprovechó para mostrarme esos gestos soeces a los que hago referencia. Mejor. Doble puntuación.
En Rusia, no estoy muy seguro de que sea posible practicar este deporte. Básicamente, porque circular a 80 por hora, e incluso a 60, suele ser un sueño inalcanzable la mayoría de las veces, y no digamos en hora punta. Lo segundo porque, si quieres utilizar las carreteras de fuera de la ciudad para entrenar, en muchas no hay pintados carriles ni nada parecido y éstos son capaces de adelantar hablando por el móvil (tengo la impresión de que hablar por el móvil mientras conduces es obligatorio en Rusia) y circulando a cien por hora por el arcén de tierra. Y, claro, así no vale.
En todo caso, si consigo encontrar un lugar adecuado para ejercitar este deporte tan peligroso de conducir respetando las normas de circulación, ya avisaré, para que quien sea busque otro camino.
Yo he practicado este deporte de riesgo en varias ocasiones en Noruega y puedo corroborar que es francamente divertido.
ResponderEliminarAllí la velocidad máxima es de 60 en la mayoría de carreteras y 80 en "autopistas" (90 en algunas ocasiones y 100 en casos contados), pero no hay tanto tránsito, por lo que conseguir una cola tiene su mérito.
Tampoco allí hay problema para adelantar en curvas sin visibilidad mientras se habla por el móvil, increpándote (el copiloto) sacando medio cuerpo fuera del compartimento, tocando el claxon o enseñándote sus dedos corazón.
Luego, cuando se han confiado, les adelantas, te pones delante suyo y vuelta a empezar :-)