Domingo por la tarde. Estábamos fuera de Moscú, a unos veinte kilómetros del anillo exterior. Yo, al volante; Alfina, de copiloto.
- ¿Qué haces?
- Me meto por ahí. Es por ahí, ¿no?
- No. Todavía no. Hay que seguir,
- ¿Seguro?
- Sí.
Hice una maniobra y volví a la carretera principal, pero no lo veía yo muy claro.
Un par de kilómetros después, al salir de Elektrougli, ya parecía evidente que no era por ahí.
- ¿Y si preguntamos a algún lugareño?
- Ahí hay uno.
Paramos a su altura y, por desgracia, su altura era un lugar donde no había forma de pararse a no ser en mitad de la calzada. El lugareño era joven, de tez morena y aspecto poco avispado, pero era el que había.
- ¿Para llegar a Márino?
- ¿A dónde?
- A Márino.
- Márino, Márino... - empezó a salirle humo de la cabeza -. Sigan recto hasta Frólovo y allí lo verán indicado - dijo, muy lentamente y con un aspecto de inseguridad que asustaba.
Yo, por el vistazo que había conseguido echar al mapa al pararnos en un semáforo, me daba que ese sabía llegar a Márino tanto como a Tegucigalpa.
- ¿Seguro?
Al lugareño no le dio tiempo a responder. Sonó un bocinazo a nuestra espalda, procedente del coche que nos seguía y que se hartó rapidito de esperar a que nos aclaráramos. Y, detrás del coche, venía una furgoneta con los inconfundibles colores blanco y azul miliciano de la temida policía de tráfico, los DPS.
- Vámonos, vámonos, que esto se está liando.
Puse la primera, seguí intentando ver alguna salida, y no vi nada.
- ¿Y si preguntamos a otro lugareño?
Un poco más adelante había una parada de autobús, y sitio para pararse sin molestar. Y lugareños, por si fuera poco, y seguramente más cualificados que el anterior para orientar a forasteros. Me paré, el cagaprisas que venía detrás me pasó escopeteado, y la furgoneta de los de tráfico también me adelantó... pero se paró unos metros delante de mí.
- Ay, ay, ay... - «éstos han visto la parada anterior en medio de la carretera y tienen ganas de recordármela», pensé.
Bajó un miliciano de tráfico, vestido con su azulito característico, y se acercó lentamente a nuestro coche. Siempre lo hacen lentamente, para alargar la tensión y poner nerviosa a la presa. Y a mí se me estaba poniendo una cara de presa tremenda. Bajé la ventanilla. El miliciano llegó a mi altura y yo ya puse la mano en el bolsillo, cerca de la cartera.
- ¿Le puedo ayudar? - preguntó el miliciano.
Me quedé a cuadros. Parecía que se estuviera quedando conmigo. Se suponía que tenía que hacerme la vida difícil, no ayudarme. Esta policía nunca hace lo que se espera de ella.
- Eh... estooo... sí... estamos buscando la forma de llegar a Márino.
- ¿A Márino? Pues por aquí no van bien. Tienen que dar la vuelta y, en el semáforo, meterse por dentro de Elektrougli y ya llegarán a Márino sin desviarse de la carretera.
- Gracias, gracias...
El miliciano volvió a su furgoneta. Nosotros dimos la vuelta en el primer punto legal que encontramos.
- ¿Por dónde era?
- Era por donde decía yo antes.
- Ups.
- Y está visto que fuera de Moscú los milicianos son amables.
- Sí, ¿verdad?
* * *
Al día siguiente, por la mañana, iba al trabajo en bicicleta por la Tverskaya. Me paré en un semáforo, aunque un par de metros delante de la línea, cosa normal entre los ciclistas, por razones de seguridad. Y he aquí que lo hice justo delante de las narices de un miliciano.
El miliciano me miró, se dio un toquecito en su gorra de plato, volteó su porra y se dirigió a mí. Miró la bicicleta y me preguntó con una sonrisa:
- ¿Qué? ¿Es cómodo circular con eso?
- Sí. Es ligerita. La pliego y me la subo al trabajo.
- Ah, muy bien.
El semáforo se puso en verdad.
- Hasta luego - le dije.
- Que le vaya bien - me respondió.
No sé. Seguro que es que hace muy buen tiempo, porque semejante transformación en la temida milicia de tráfico no es fácil de explicar.
Hola Alfor, ¿no le iban a cambiar el nombre de milicianos por el de policías?
ResponderEliminarSaludos
Seguro que algo traman.
ResponderEliminarFernando, bien visto. De hecho, ha sucedido ya. La ley de policía, que les cambia el nombre, ha sido publicada ya, pero el término "milicia" sigue vigente oficialmente hasta el próximo 1 de enero, aunque seguro que perdura mucho más en el lenguaje usual.
ResponderEliminarelTrauko, sí. Y da miedo.
Cuando te da por escribir en plan comedia no puedo evitar ver muy serias posibilidades de que te ganaras unos millones de kopeks siendo novelista.
ResponderEliminarMe he descojonado con la historia. Muy visual. Supongo que la morriña y la mochila de recuerdos ayudan a la escena, pero tu escritura es fantástica para revivirla en mi cabeza.
¡Qué recuerdos! 'Qué coñazo es la poli de aquí! El otro día me dijo un amigo que si voy por la acera con la bici seguro que me multan ... y llevo haciéndolo desde entonces, a ver si me pasa algo que contar.
PD- Marino era un tema recurrente en las cenas de los jueves.
Kloonich.
Kloonich, hombre, así que provocando a la "Police/Politie", ¿eh?
ResponderEliminarA ver cuándo te escribes algo sobre ese país tan curioso al que te has trasladado. Al menos, las veces que he estado por allí, he visto que tienen mucho potencial.