sábado, 28 de mayo de 2011

Desalojos

Como todo lo bueno se acaba, ya va siendo hora de volver a Moscú. Normalmente Valencia suele ser más previsible y aburrida que Moscú, pero las cosas han cambiado esta semana, al igual que en otras ciudades de España, gracias a los acampados del 15-M.

Durante el día de hoy, he podido leer algunas cosas sobre el intento de desalojo de los indignados de Barcelona, intento que se ha saldado con la victoria de los indignados y el descrédito más absoluto de las fuerzas de orden público, en este caso los Mossos d'Esquadra. El señor Felip Puig, que es, salvo que a estas alturas haya dimitido, cosa que dudo mucho, el conseller encargado de dar órdenes a los Mossos, ha demostrado ser un aficionado sin la menor preparación, lo cual da algunas esperanzas sobre el éxito de los acampados. Enfrente no hay gran cosa.

Al señor Puig hay que concederle lo más pronto posible una beca de formación en Moscú, para saber cómo se dispersa a la gente como es debido. Estoy seguro de que Putin se prestaría gustoso a hacerle partícipe de todo lo que sabe en materia de elementos antidisturbios, y no es para menos, porque Putin no corre riesgos y se teme que los disturbios sean potencialmente reproducibles; por lo que me cuentan, la televisión rusa no dice ni mu sobre el 15-M (en general, la televisión rusa apenas cuenta nada de lo que pasa fuera de Rusia), y uno no sabe si es porque España está muy lejos o por si las moscas, ya que es mejor que nadie se entere de cómo las gastan en España con las concentraciones. A algún ruso podría ocurrírsele imitar lo del 15-M, y eso acabaría mal.

En primer lugar, en el transcurso de esa beca que propongo, Felip Puig aprendería a acordonar los lugares como es debido, y a rodear a los concentrados con una tupida pared de soldados sin graduación, policías autonómicos, policías de tráfico (éstos son los peores, como siempre) y hasta inspectores de hacienda, si hace falta. Lo imprescindible es tener superioridad numérica. Además, la pared humana evita que la gente tenga ganas de sumarse a la concentración, y mucho menos de facilitar víveres a los concentrados. Y eso es importante.

En segundo lugar, el señor Puig se enteraría de un axioma indudable en materia de orden público, y como tal aplicado en Rusia: NO PUEDES DEJAR QUE ALGUIEN QUE NO SEA TÚ SE SALGA CON LA SUYA. Bajo ningún concepto. Lo que no vale es subestimar lamentablemente las fuerzas del 15-M y pensar que con doscientos policías vas bien. Y un jamón con chorreras. Putin sabe que el éxito es proporcional a la gente que envíe, así que, en lugar de doscientos, hay que envíar a cuatro mil. Con un par. Y, si hay que zurrar más de lo que han hecho los Mossos, se hace y punto. El caso es que, si les toca largarse, se larguen.

Vamos, que Felip Puig, ahora mismo es un cadáver político. No sólo no ha resuelto una situación comprometida, sino que ha multiplicado los problemas; no sólo no ha disuelto la concentración, sino que la ha hecho revivir. Una joya, el chaval.

Sólo falta que los acampados se reconduzcan y se centren en lo fundamental, o al menos en lo primero, que era cambiar la ley electoral, ese texto vergonzoso redactado a mayor gloria de los partidos políticos y la madre que los parió. De hecho, las leyes electorales son muy difíciles de cambiar, como podrá atestiguar cualquier especialista en Derecho Político. Un gobierno sin mayoría no suele tener fuerza para cambiarla, y un gobierno con mayoría no suele tener ganas, porque la ley electoral fue, al fin y al cabo, la ley con la que había ganado las anteriores elecciones y, cuando a uno le va bien, ¿para qué removerlo?

Uno de los cambios más importantes de ley electoral tuvo lugar en Francia, para las elecciones de 1986. Hasta entonces, el sistema era mayoritario, parecido al que hay hoy en Gran Bretaña; es un sistema que no da demasiado poder a los partidos, pero genera gobiernos muy estables, con nula representación de partidos minoritarios y grandes diferencias de diputados entre los dos primeros partidos cuando la diferencia de votos puede ser escasa. El presidente Mitterand sabía que su Partido Socialista lo tenía negrísimo en las siguientes elecciones, así que utilizó su mayoría para instaurar en Francia el sistema proporcional y que el batacazo de su partido no se notara tanto. Lo consiguió, y de paso hubo un partido minoritario en Francia que hasta entonces no era parlamentario y que en dichas elecciones entró con fuerza (y con 35 diputados) en el parlamento francés. Se trataba del Frente Nacional.

Así pues, los cambios de la ley electoral suceden con mayor probabilidad cuando hay un gobierno que cuenta con apoyos parlamentarios, pero que corre grave peligro de perder las siguientes elecciones por pérdida evidente de apoyo popular que se pretende maquillar como sea.

Y eso me recuerda al gobierno de cierto país...

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