Uglich, hoy, es un pueblecito situado a orillas del Volga, al norte de Moscú, en la región de Yaroslavl. Los turistas llegan normalmente por barco, ya que hacerlo por tierra es complicado: las carreteras obligan a dar una vuelta importante, y la estación de tren es un edificio medio desocupado, a desmano de la línea principal que une Moscú con Yaroslavl y Arjángelsk, y no fue construida hasta 1940, lo cual es uno de los motivos del decaimiento de Uglich en el siglo anterior.
Porque Uglich, en siglos pasados, fue una ciudad importante, que llegó a tener a finales del siglo XVI más habitantes de los que tiene hoy, hasta que durante los tiempos que estamos relatando fue destrozada a conciencia por un ejército sueco. Hoy no llega a los treinta y cinco mil habitantes y la tendencia es descendente. Como en toda Rusia, salvo en las grandes ciudades.
Como casi todos los turistas, yo llegué un buen día de septiembre por barco, después de día y medio de crucero fluvial y de pasar por infinidad de esclusas. Eso de las esclusas fluviales es muy bonito la primera vez. Incluso la segunda. La octava vez ya harta un poco, y no digamos si encima está lloviznando insistentemente. Al final, te quedas en el camarote o en el comedor jugando a las cartas.
El único momento pisando tierra firme del crucero fueron las tres horas que pasamos en Uglich, sorteando los tenderetes del puerto para llegar a la iglesia del mártir Demetrio, dentro del kremlin de Uglich. El mártir Demetrio es, efectivamente, el mismo Demetrio Ivánovich Rurikovich que está siendo el prota de esta serie, y alrededor del cual gira todo en Uglich, hasta el punto de que el escudo de la ciudad, que es ése que ilustra esta entrada, no es más que una imagen del propio zarevich Demetrio sobre fondo rojo. Rojo sangre, claro.
De la época de María Nagaya y Demetrio en Uglich no se ha escrito demasiado, pero lo que se sabe del niño no parece servir de base para canonizarlo. Vivían en un palacio (dentro de lo que eran los palacios en la Rusia del siglo XVI), pues se consideraba gobernador de Uglich, pero el poder lo tenían los enviados que habían mandado de Moscú para, supuestamente, protegerlo y aconsejarlo. Es cierto que el niño era epiléptico y que la epilepsia era considerada signo de santidad, pero, por otra parte, en cuanto a su comportamiento parece que más bien había salido a su padre, porque le gustaba ver sufrir a los animales y jugar con cuchillos, y no precisamente para cortar cebollas.
Estas tendencias sádicas, que normalmente le hubieran vedado el camino de los altares, se vieron cortadas bruscamente el 15 de mayo de 1591, cuando apareció muerto no lejos del palacio. Había estado jugando con unos amiguitos a clavar cuchillos en el suelo cuando pasó lo que pasó; los amiguitos, cuando vieron lo que había sucedido, debieron asustarse bastante, y con buen criterio, porque no se escondieron bien del todo, el populacho los descubrió y los linchó, a ellos y a sus padres. Vassily Shuisky, que luego se haría bastante famoso, con el nombre de Basilio IV, fue enviado a investigar el asunto y se puso a castigar a troche y moche, incluso con penas bastante originales, como castigar a las campanas de la catedral de Uglich, quitarles el badajo (como quien le corta la lengua a una persona) y desterrarlas a Siberia. Sí, a las campanas.
Sobre la muerte de Demetrio Ivánovich, la versión más probable es que tuvo un ataque de epilepsia mientras jugaba con el cuchillo, con tan mala suerte que se lo clavó en el cuello o cayó sobre un clavo o un cuchillo que hubiera en el suelo. Otra versión apunta a que fue asesinado por orden de Borís Godunov, que ya estaba preparando su acceso al trono.
La tercera versión, que tuvo mucho predicamento en los años posteriores al suceso, es que el zarevich se salvó milagrosamente de sus asesinos y escapó de Uglich. Ciertamente, el hecho de que el cuerpo del zarevich hubiera sido debidamente enterrado jugaba en contra de esta explicación, pero las noticias llegaban entonces a los sitios con bastante retraso y, de todas formas, la gente no se fiaba mucho de los políticos de entonces (no como ahora, en que a los políticos se les tiene en altísima estima por su probidad inquebrantable ;-) ) y estaba dispuesta a creer que les estaban engañando y que el zarevich seguía vivo.
En todo caso, ahora que queda claro quién era el Demetrio de verdad, en alguna entrada futura tocará escribir sobre los candidatos a usurpar su nombre.
Hola, simpar amigo Alfor. Y Uglich es una ciudad bella y visitable? Nunca he estado por allí, pero parece realmente interesante a tenor de lo que cuentas...
ResponderEliminarOtra cosa: podrías decirme qué ciudades componen realmente e históricamente el anillo de oro? Es que dependiendo de las fuentes, unos dicen que son 26 ciudades, y otros que son 5 ó 6!
Gracias y perdón por abrasarte a preguntas.
Albert, Uglich está bien, pero, tras día y medio en barco y lloviendo constantemente, yo creo que hubiera encontrado agradable hasta Dzerzhinsk.
ResponderEliminarEl anillo de oro, según tengo entendido, no es mucho más que un engendro turístico de adscripción aleatoria, pero prometo escribir sobre eso en otro momento.