Hoy, en España, todo quisqui está de puente hasta el jueves. Aquí, no, porque la Constitución rusa fue aprobada un 12 de diciembre, pero no la tienen tan idolatrada como los políticos españoles, así que ni siquiera es día festivo ni nadie lo echa en falta. Y el 8 de diciembre tampoco es festivo, porque la Inmaculada Concepción es fiesta exclusivamente católica y, de hecho, una de las peleas dogmáticas que hay entre católicos y ortodoxos es precisamente a propósito de la misma. Pero yo, que soy español y, por tanto, más partidario que nadie de la Inmaculada, ya me buscaré la vida para celebrarla como está mandado.
Entretanto, quizá toque alguna reflexión sobre el porqué de que, después de todo, me encuentre bastante a gusto en este país donde me ha tocado ganarme los garbanzos. Sí, ya sé que hay quien piensa que, tal y como escribo, debo estar pasando las de Caín, pero los escritos en que dejo caer esa impresión no son más que exageraciones literarias. En realidad, mi adaptación al medio es notable y eso es una sorpresa incluso para mí. Hasta que, de repente, tras mucho darle vueltas a la cabeza, me he percatado de cuál es la razón, y es que me he dado cuenta de que la gran mayoría de los rusos no son más que unos valencianos mejorados. Me explico.
¿Cuál es el rasgo más acusado de los valencianos? A juzgar por todos los que nos gobiernan, el rasgo más acusado es el meninfotisme, que en castellano es intraducible correctamente, pero que equivale a algo así como pasotismo.
El meninfotisme es la actitud de aquél que pasa de todo con tal de que no le toquen las narices demasiado. Etimológicamente, viene del valenciano me n'in fot, traducible por "me importa un bledo". El valenciano típico, así pues, aguantará lo que le echen con tal de que a él personalmente no lo toquen, y no aspira especialmente a medrar, contentándose con lo que le venga de fuera. Así, podemos ver que Valencia es un lugar donde hemos tenido cosas impensables en otros sitios, como un presidente cartagenero o una alcaldesa que ni había nacido ni residía en la ciudad, y de donde jamás ha salido un político que acabara en un cargo importante del gobierno de España, salvo el cartagenero antedicho y otros de valencianidad mucho más que dudosa. Es más, es una circunscripción electoral trufada de paracaidistas y otros cuneros, donde, cuando llegan las elecciones, los partidos nacionales colocan en puestos de salida a los próceres que no les caben en las candidaturas de Madrid. Al valenciano meninfot le da igual y les sigue votando como si tal cosa. A buenas horas iban los partidos a hacer lo mismo en Cataluña, pongamos por caso.
El caso es que el meninfot tiene un punto de retranca y de resistencia pasiva. Se la meten doblada y él lo sabe, pero, aunque lo permite, no deja de tener su puntito de protesta, como en la foto de abajo.
Uno de imagina al dueño de la bocatería burlándose así de la norma que obligara a rotular en valenciano. Le ha faltado decir "Bocadills de jamó y qués", pero posiblemente lo esté reservando para la versión 2.0.
En Rusia, el meninfotisme, aunque ellos no lo llaman así, existe en una versión exacerbada difícil de comprender para el guiri que intenta mover cosas por aquí. Y con ello volvemos al asunto de la ética laboral que planteaba Javier el otro día y que, desde luego, merece un examen más detallado, pero que llegará otro día, porque, aunque no estoy de puente, ni siquiera de día libre, hoy tengo algo de lío.
Hay otras características de los valencianos, como la ironía y la chispa creativa, que también son destacables.
ResponderEliminarEspero la versión rusa del meninfotisme con interés. Se hacen referencias a ella(incluso Putin hizo declaraciones al respecto hace unos meses), pero desde la lejanía no sabemos casi nada.
(A los de la bodeguilla de la foto, como por dentro esté como por fuera y les hagan una inspección...)
Ditifet
Ditifet, no sé si es ironía o directamente mala sombra, pero sí, se encuentra entre los valencianos.
ResponderEliminarEl meninfotisme ruso lo aparco por un par de entradas, que se ha colado la Inmaculada.
Y a los de la bodeguilla no les deseo una inspección. No he entrado al local, pero de todas formas no creo que tengan nada que temer.