Ayer por la mañana, sin esperar un minuto ni siquiera a volver de un viaje de China, el presidente Medvedev cesó fulgurantemente al alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, aduciendo "falta de confianza" en el mismo.
Que un presidente cese a alguien, haciendo uso de sus prerrogativas, es algo bastante normal, pero el caso de Luzhkov es bastante peculiar por varios motivos, el primero de los cuales es que Luzhkov no es un cualquiera ni mucho menos. En comparación con él, Medvedev es un novato advenedizo que llegó hace cuatro días a la cima, mientras que Luzhkov llevaba desde hace veinte años siendo un pez muy gordo, dieciocho ocupando la alcaldía de Moscú y los primeros ocho de esos dieciocho con un ojo en la presidencia del país, hasta que Putin salió de ningún sitio y apartó a todos los demás candidatos. Pero es que la alcaldía de Moscú es mucho más que lo que suena a un lector español. Traducido a España, no equivale a Gallardón, sino a Gallardón y Esperanza Aguirre juntos.
Luzhkov tiene 74 años. Recién cumplidos, sí, pero 74. No es ningún chiquillo y, teniendo en cuenta que Medvedev podría ser holgadamente su hijo, esto de que le despidan de una manera tan humillante le habrá jorobado muchísimo, tanto más cuanto que su mandato como alcalde expiraba dentro de diez meses. Hubieran podido esperar, y simplemente no renovarlo, lo cual es mucho menos traumático que lo que ha pasado.
La prensa española (sí, ya sé que a mucha gente la Bonet no le acaba de convencer) dice que el Kremlin había estado debilitando a Luzhkov a base de enviar a sus vicepresidentes a otras regiones en calidad de gobernadores. Así, el caso más claro es Shantsev, "número dos" de Luzhkov de toda la vida y que ahora está a orillas del Volga, en Nizhny Novgorod, gobernando la región. También está el actual gobernador de Ivánovo, Mijaíl Men, que también se crio a los pechos de Luzhkov. No seré yo quien se ponga a discutir con Pilar Bonet sobre política rusa (ni sobre nada), pero no sé yo qué forma de debilitar a alguien es ésa de poner a sus máximos colaboradores en puestos importantísimos, desde donde pueden crear un grupo de presión fantástico a favor de su mentor. Cuando anduve por Ivánovo, hace unos años, Men acababa de ser nombrado gobernador y todo el mundo estaba encantado, "porque por fin habría dinero de Moscú", mientras que con el anterior gobernador comunista allí no se veía un rublo. De momento, el aeropuerto, que estaba hecho una pocilga, ya lo estaban poniendo en orden... con dinero de Moscú.
El motivo aparente del despido de Luzhkov es por bocazas. En España, el presidente de una comunidad autónoma puede criticar al presidente del gobierno impunemente, y de hecho Esperanza Aguirre lo hace con frecuencia y no sólo ella, y no le pasará nada hasta que sus votantes decidan que no continúe en el cargo. En Rusia, desde que las elecciones a gobernador (y el alcalde de Moscú, en realidad, es un gobernador) fueron abolidas, lo de que un gobernador se salga del guión es muy peligroso para sus intereses, y Luzhkov llevaba algún tiempo pinchando al presidente. De hecho, el último pinchazo fue cuando volvió el lunes, después de una brutal campaña mediática en su contra, y dijo que no pensaba dimitir por mucho que se lo insinuaran. Valor no le falta.
El penúltimo había sido el asunto de la autopista de Moscú a San Petersburgo (pero eso igual viene en otra entrada, si me veo con ganas), que Medvedev ha cancelado de momento por motivos mediomabientales, decisión que Luzhkov criticó mucho más educadamente de lo que se dicen entre sí Rajoy y Zapatero, pero que criticó. Entre nosotros, yo creo que Luzhkov tenía toda la razón en el contenido de sus críticas. Lo malo es que eran críticas, y hasta ahí podíamos llegar.
De todas formas, aquí, el que se lo debe estar pasando la mar de bien es Putin, que está últimamente empalmando una excursión con la siguiente, como si estuviera de vacaciones. En los países normales (supongamos que España es un país normal) el jefe del Estado es una figura respetada casi unánimemente, mientras que el primer ministro, o presidente del Gobierno, es una figura criticable y muchas veces muy criticada, y no digamos en España. En España, Juanca está como de perfil en todas las decisiones durillas, y los que nos oponemos a él somos una minoría (y los monárquicos que nos oponemos a él, francamente, somos cuatro gatos mal contados); a Zapatero, en cambio, le llueven palos por todos los sitios y le toca tomar decisiones impopulares continuamente. En Rusia últimamente es totalmente al revés. Vamos, que parecería que todo el lío éste lo hubiera montado el propio Putin, hasta tal punto sale beneficiado del carajal.
Porque en Rusia, no sé cómo se lo ha montado Putin, pero resulta que en todo el fregado éste él está de lado, como quien no quiere la cosa, mientras que a Medvedev le ha tocado hacer de malo y despedir a una persona bajo cuyo mandato, se diga lo que se diga, Moscú ha pasado de ser un agujero insondable lleno de escombros, que es lo que era en 1994, cuando llegué yo por aquí por vez primera, a ser una ciudad con unos desequilibrios tremendos, sí, pero donde hay cosas que en Madrid, sin ir más lejos, ni se plantean que existan. El único problema es que esas cosas cuya existencia ni se plantea es en los dos sentidos, bueno y malo, pero es que bueno hay muchísimo.
El apoyo a Luzhkov en la ciudad es mayoritario. Lo bueno de tener un presupuesto abundantísimo, que ya quisiera Gallardón para pagar algo de la deuda que tiene, es que, además de enriquecerse, da para hacer política zapateril de subsidios, pero sin endeudarse. Los empleados públicos en Moscú cobran más que en el resto de Rusia (y son mucho mejores), los maestros pueden vivir decentemente, los pensionistas de Moscú reciben un generoso aguinaldo del municipio y los teatros y salas de conciertos de Moscú tenían en Luzhkov a un generoso mecenas. Estomagos agradecidos, supongo, pero estómagos y muy abundantes. Si a eso unimos su control absoluto del consistorio municipal, parece que Luzhkov tiene posibilidades de hacer la vida imposible a su sucesor.
Ahora, el presidente ha designado alcalde en funciones a la mano derecha de Luzhkov, Resin, que es de la quinta del primero y, si el plan era poner coto a la corrupción municipal, no parece la elección más afortunada, teniendo en cuenta que era el encargado de urbanismo. Se supone que Medvedev debe proponer un candidato, para que la Duma municipal lo apruebe... o no. Lo que pasa es que los concejales de Moscú son todos partidarios de Luzhkov, menos tres comunistas que salieron elegidos a duras penas.
Hay quien dice que Luzhkov va a pasar a la oposición, pero yo no lo creo. No sabe. Nunca ha estado en la oposición, y no creo que vaya a aprender a una edad en la que hasta yo espero estar jubilado, por mucha reforma de las pensiones que medie entretanto. Además, Luzhkov es bastante vulnerable y no es nada complicado buscarle las cosquillas. El tío se ha hecho inmensamente rico, está casado con la mujer más rica de Rusia, una empresaria de la construcción que, casualmente, ha medrado muchísimo con proyectos en Moscú, y el Código Penal ruso es lo suficientemente flexible, en manos de la fiscalía local, como para amargar la existencia a cualquiera. De momento, en un periquete le han montado una campaña durísima en su contra en televisión, sacando frases de contexto y con un reportaje amarillo hasta la hepatitis, que ha sido como la preparación artillera a lo que venía después.
De hecho, lo vergonzoso no ha sido que hayan salido todos esos reportajes. Lo vergonzoso es que hayan salido ahora, como si en los dieciocho años anteriores Luzhkov no hubiera estado casado con la multimillonaria, que cada año lo era más; como si sus intereses inmobiliarios en el Mar Negro fueran cosa de ayer por la tarde; como si hubiera estado al lado de las abuelitas y pensionistas todos y cada uno de sus días como alcalde de Moscú; como si las elecciones municipales fueran un ejemplo de limpieza y nadie nunca hubiera protestado por ellas y el presidente que ahora le da la patada no hubiera dicho, con toda la cara, que "en general, las elecciones son limpias".
Pero, como tampoco me imagino a Luzhkov retirado a la plácida vida campestre a cuidar de sus abejas y regalar miel a sus amigos, es casi seguro que nos saldrá con algo interesante. Fracasará, pero mientras dure será digno de verse.
Debo confesar que no salgo de mi asombro cuando dices que te cuentas entre los monárquicos que se oponen a Juan Carlos. Principalmente por que no sabía que existieran. Hasta ahora había oído hablar de republicanos, monárquicos, carlistas y juancarlistas. Si no eres carlista ya me dirás a qué grupo perteneces. ¿Acaso deberíamos añadir otro grupo más (antijuancarlista)? jeje
ResponderEliminarJosé, pero si lo de Juanca ni es monarquía ni es nada...
ResponderEliminarEL sr. Luzhkov ¡TANTA PAZ LLEVE COMO DESCANSO DEJA!
ResponderEliminar"pero si lo de Juanca ni es monarquía ni es nada..."
Yo también estoy a favor de la monarquia absoluta pero con una sóla condición: que el monarca sea yo.
andriey
Andriey, ¿también? ¿Hay algún otro partidario de la monarquía absoluta por aquí, además de usted? Porque, a mí, que no me miren...
ResponderEliminarY Luzhkov, vamos a ver si deja descanso. Que no venga otro que le haga santo.