A Zuev se le empezaron a torcer las cosas cuando un aduanero inconsciente, posiblemente recién salido de la academia de aduaneros y quizá no muy enteradillo de cómo van las cosas por allí, tuvo la ocurrencia de inspeccionar las cargas destinadas para la empresa de Zuev y encontrar irregularidades de bastante enjundia. Básicamente, los aranceles de importación del mueble son "a tanto el kilo", para enterarnos. Vamos, que si un mueble pesa cien kilos, y el arancel son tres euros por kilo, ese mueble tiene que pagar trescientos euros para entrar en Rusia. Claro, lo suyo es poner los aranceles "ad valorem", es decir, con un porcentaje sobre el valor del mueble, porque de lo contrario las cosas ligeras y caras pagan menos que las pesadas y baratas, cuando debería ser al revés. Pero es que medir el peso de las cosas es mucho más objetivo que medir su valor, y en Rusia no están como para creerse el valor que los empresarios dicen que tienen sus cosas. Ah, y la mayoría de las veces, con razón.
El caso es que el aduanero, en un entrañable ejercicio de lógica, pensó que, si había una infracción, su obligación era poner en marcha un procedimiento sancionador.
Aquello fue Troya.
Los servicios especiales del Ministerio del Interior (MVD, que es coo suena en ruso) comenzaron a tomar mucho interés en el asunto y, como quien no quiere la cosa, salió a la luz que el verdadero dueño del imperio mueblero de Zuev no era exactamente Zuev, sino un antiguo pez gordo de los servicios secretos, el FSB (y ahora, toda la prensa, cuando pone las siglas FSB, añade, "antiguo KGB"), algún familiar del cual estaba aún en la cúpula del mismo. El Ministerio del Interior y el FSB digamos que se comportan aproximadamente como dos acupuntores: son colegas y se dedican a lo mismo, pero les encanta pincharse mutuamente, y con este caso lo consiguieron, ya lo creo que lo consiguieron.
El contraataque del FSB, con la invalorable ayuda de la Fiscalía General, consistió en hacer procesar al capitán Zaitsev, que tal era el nombre del fulano que había iniciado todo el lío, por abuso de poder y, de paso, a otros dos aduaneros, por intentar exigir sobornos de Zuev. Entre 2002 y 2003, el capitán Zaitsev estuvo que si lo absolvían, que si no; una sentencia le había absuelto, pero a alguien no le gustó que lo absolvieran, así que ese alguien consiguió que se nombrara otro tribunal que, esta vez sí, tomó la decisión correcta y condenó a Zaitsev. A dos años de libertad condicional, tampoco es que lo entrullaran a saco, pero seguro que se le quitaron las ganas de investigar fraudes.
Pero ya estaba la mosca tras la oreja de alguien. Los de aduanas, mosqueadillos y con los de Interior azuzándoles disimuladamente, siguieron con el procedimiento contra Zuev y los que estaban detrás de él y consiguieron ganar para su causa a un diputado llamado Shechekochijin. Sí, todo eso, y basta con leer ese apellido, no es necesario pronunciarlo, y menos con un polvorón en la boca. Ese señor consiguió ponerse en plan mosca cojonera y periódicamente se fue dedicando a escribir artículos en Novaya Gazeta sobre el chanchullo del contrabando de muebles. En el procedimiento también comenzó a adquirir protagonismo, en calidad de testigo, el presidente de la asociación de importadores de muebles de Rusia e, incidentalmente, uno de los principales competidores de Zuev, Mijail Pereverzev. Éste último, a diferencia de Zuev, no había trabajado en la industria del mueble durante la Unión Soviética. En realidad, era militar de profesión, al igual que prácticamente todos sus socios. Y los militares y el MVD (Interior, vamos) digamos que estaban, y aún hoy están, en una especie de frente común contra los chicos del FSB.
De hecho, Pereverzev era un tipo bastante simpático y, las veces que lo traté, muy campechano, que llevaba a gala que todas sus importaciones (que eran muchas) se hacían respetando escrupulosamente los procedimientos legales, o sea, dejándose en las aduanas cosa de un 35% largo del valor de los muebles. Es comprensible que Pereverzev estuviera más harto que un bulímico después de pasar por un buffet libre de que Zuev pudiera vender sus muebles más baratos que él, y encima quedándose con un pastón más en beneficios.
Poco después del episodio del babero de la entrada anterior, en 2003, Pereverzev fue a hacerse una revisión rutinaria en un hospital militar. Uno pensaría que, si un hospital del montón ya es un sitio donde no hay manera sencilla de pasar, intentar pasar la seguridad de un hospital militar sería más difícil que rezar un rosario enterito en la calle principal de La Meca; sin embargo, alguien, nunca se supo quién, logró encontrar lagunas en la seguridad del hospital y se apioló a Pereverzev. Y encima logró salir de allí como si tal cosa.
El siguiente en pasar a mejor vida fue Shechekochijin. Un mes después del asesinato, sufrió una extraña enfermedad alérgica que se lo llevó para el otro barrio. Es lo que tiene el verano ruso: alergias inesperadas.
Como la cosa se estaba poniendo fea, la fiscalía se dejó de historias y se puso a proceder contra el que firmaba los papeles en Tri Kita y Grand: Zuev, en primer lugar, y su socio Látushkin, entre otros mendas, prescindiendo de quién estuviera por detrás, para no jugarse ir a hacer cola con Pereverzev y Shecherochijin en la garita de San Pedro. Acusados de defraudar cinco millones de dólares al fisco ruso en aranceles impagados, fueron detenidos en 2006, y la semana pasada condenados a penas de entre cuatro y ocho años de cárcel.
Y es que la profesión de testaferro es aceptablemente lucrativa, pero hay que reconocer que tiene sus riesgos. Eso sí, si algún día me da por crear una empresa en Rusia, ni jarto vino me pondré de director general ni de director financiero, sino que recurriré a uno de alquiler. No a Zuev, claro, que está ocupado y cobraba un huevo, pero es que Zuev incluso podía pensarse que era el auténtico mandamás del chiringuito. Creo que el mercado salarial de testaferros de confianza en su segmento más inferior está por doscientos euros al mes, así que, si a alguien le interesa, que levante la mano.
¡Qué pelicula!
ResponderEliminarAish, Alfito, Maaaaadre del amor hermoso... Esta es una de esas entradas donde se puede decir, sin miedo a errar, que la realidad, en muchas ocasiones, supera la ficción.... Esta historia da para un guíon de los mejores...
ResponderEliminarBesitos
ohhh!!!
ResponderEliminarLa filosofía alemana, ¿se desarrollo gracias al clima alemán? yo pienso que sí...
Pero ahora tambalea mi teoría... Con el frío que hace, y no les a éstos por estar más tranquilos?
Sorry por las memeces...
:))
Orayo, es lo que tiene Rusia: no te aburres.
ResponderEliminarEsterita, y eso que lo que he escrito es un pálido resumen de lo que debió haber pasado en realidad. Un buen guonista sacaría petróleo.
De todas formas, como esta historia hay muchísimas.
Lluis, el alto nivel del ajedrez ruso sí que podría deberse al clima. Pero el clima de negocios es bastante más calentito que el atmosférico.