El opositor al que me refería en la última entrada es el chico de la fotografía de la izquierda. Si yo fuese del Gobierno, no le tendría miedo a los Kasiánov, Kaspárov y demás ralea, sino que se la tendría a él. Se llama Vladímir Ryzhkov, y es un político profesional de pura cepa, actualmente sin cargo público por una curiosa actitud de no dejarse manejar por nadie y de decir siempre lo que le parecía correcto. Uno pensará que eso de no dejarse manejar por nadie y decir siempre lo que te parece correcto son buenas cualidades, pero parece que entre los políticos la consecuencia de poseerlas consiste en que te manden a hacer gárgaras.
El chico, de joven (y no es viejo, que no hace tanto que cumplió los cuarenta), tenía más o menos la misma facha de Pitagorín insoportable que tiene ahora. Hablaba bien, tenía buena planta, cualidades que conserva, y fue elegido diputado por su ciudad, Barnaúl, en 1993, con veintisiete años, iniciando una carrera de diputado que sólo fue truncada en las elecciones del año pasado. Catorce años de diputado en una circunscripción unipersonal sin partido político detrás. Sí, igualito igualito que en España... o que en la Rusia actual.
El caso es que, en sus principios, Ryzhkov era un diputado oficialista. Entró en el grupo de diputados que apoyaban al Gobierno de Chernomyrdin y comenzó a destacar. En septiembre de 1998, en plena crisis desastrosa y con un Gobierno más parecido a un pato decapitado que a otra cosa, le propusieron nombrarle vicepresidente del Gobierno encargado de temas sociales. En aquellos confusos tiempos, apareció uno de esos adversarios políticos que consiguen que uno no meta la pata hasta el corvejón.
Ese alguien es un político que hoy está algo más calmado, pero que entonces tenía más peligro que una monja argentina con una guitarra. Se trataba del caudillo del LDPR, Vladímir Zhirinovsky, por el que siempre he confesado mi admiración. El reportero de televisión le preguntó si su grupo parlamentario apoyaría la investidura del nuevo Gobierno, y el respondió:
- ¿Apoyar? ¿Qué vamos a apoyar? ¡Claro que no! Y encima quieren poner de vicepresidente de asuntos sociales a Ryzhkov. A lo mejor dentro de cincuenta años aprende algo de eso.
Las carcajadas de los que le oían se podían oír perfectamente. Ryzhkov, en vista del panorama, renunció a la candidatura y, a partir de ahí, pasó una temporadita con un perfil más bajo, quizá aprendiendo temas sociales, no sé. Fue reelegido en la Duma comunista de 1999, siempre por su ciudad, Barnaúl y, tras la disgregación del bloque oficialista de entonces, se encontró de diputado independiente, sin adscripción clara.
Lo fácil hubiera sido meterse bien calentito al abrigo del poder. Se hubiera integrado en Rusia Unida y posiblemente hubiera seguido de diputado o con algún carguito interesante. Pero decidió jugársela y no se metió en ningún partido. Creo un "Partido Republicano de Rusia", que en realidad era él solo y que yo diría que nunca se tomó muy en serio. A pesar de que esta bitácora es monárquica a más no poder, y Ryzhkov con esto se mostró poco partidario del Trono y el Altar, hay que reconocerle redaños.
En las elecciones de 2003, Rusia Unida arrasó en las elecciones. Los grupos "demócratas" fueron barridos sin piedad, pero Ryzhkov sobrevivió en su feudo y continuó de diputado, ahora ya claramente opositor... porque era de los únicos que quedaban. El Kremlin, con su títere parlamentario Rusia Unida, comenzó con su desdemocratización del país a marchas forzadas: primero fue la división en siete regiones federales para controlar el poder local, luego la designación directa de los gobernadores, finalmente el cambio de la ley electoral estableciendo un mínimo del 7% de los votos en listas obligatoriamente presentadas por partidos políticos para entrar en la Duma. Y, como estrambote, los requisitos mínimos para ser partido político, que significaban unas barreras de entradas insuperables para cualquiera sin un brutal músculo financiero y logístico. O sea, sin el apoyo del Kremlin.
Poco antes del cambio de la ley electoral, y con el conformismo en grado máximo, hubo un debate en televisión entre Ryzhkov y... Zhirinovsky (a Zhirinovsky se lo rifan en la tele, porque el "share" de los programas en los que sale él es brutal). Ryzhkov estuvo brillante de verdad. De hecho, es una de las poquísimas ocasiones en que Zhirinovsky fue derrotado dialécticamente en toda la línea, hasta el punto de quedarse callado. Y los que seguimos a Zhirinovsky sabemos que hacerlo callar es más raro que un lehendakari que se apellide Heredia.
- Ustedes quieren cambiar la ley electoral -decía- para que todo el poder caiga en los partidos políticos y que los partidos sean quienes hagan las listas e intermedien entre el pueblo y el poder. Pero así no van a lograr el orden. Van a lograr que el ciudadano no sepa quién le representa en la Duma. Con el sistema actual esto no pasa. Con el sistema actual, un señor de Barnaúl sabe que tiene un diputado en la Duma. Y, si tiene un problema, aunque no haya votado precisamente por ese diputado, sabe que puede dirigirse precisamente a él, porque es el suyo. Con su sistema de listas de partidos, el señor de Barnaúl no va a saber a quién dirigirse. Ahora no. Ahora, ese mismo señor sabe que hay un diputado en la Duma que es de Barnaúl, al que puede dirigirse, que se llama Vladímir Ryzhkov y que tiene el deber de escucharlo y defenderlo.
Zhirinovsky se quedó sin habla.
En las elecciones de 2007, ya con el nuevo sistema de listas cerradas y bloqueadas, Ryzhkov, que seguía sin pertenecer a un partido, no se pudo presentar y perdió su acta. Desde entonces, y dentro de la oposición extraparlamentaria, ha seguido dando caña, pero no en plan manifa desaforada, sino desde los medios de comunicación y con argumentos. Tiene cuarenta y dos años y parece que desde su frustada candidatura a la vicepresidencia del Gobierno en 1998 ha aprendido algo, incluso de política social. Y en menos de cincuenta años.
La partitocracia es una palabra que se inventó un político italiano hace ya 60 años para definir un sistema democrático (o aparentemente democrático) en el que los partidos políticos secuestran la voluntad popular y hacen y deshacen lo que les viene en gana sin importarles los votantes. Claramente fue una profecía porque eso ha ido ocurriendo en prácticamente todos los países más o menos democráticos y está claro que Rusia no va a ser la excepción.
ResponderEliminarCambiando un poco el tema, me resulta curioso que sueles hablar bien de Zhirinovsky. Parece que en Rusia se le considera un político muy inteligente, en cambio aquí tiene muy mala prensa, aunque hace tiempo que sé que es una falsedad. He llegado a oir decir de él que es antisemita y luego me he enterado que él mismo es medio judío y que durante el periodo soviético fue abogado defensor de disidentes judíos. Para ser antisemita, es un antisemita muy raro.
Fernando, el caso es que Rusia era la excepción a la partitocrecia. Yo creo que lo sigue siendo, porque Rusia Unida no es más un títere del Gobierno.
ResponderEliminarZhirinovsky es un crack. Es un tío directo, ingenioso y que no se corta un duro a la hora de decir verdades como puños. Eso sí, es todo boquilla extravagante, porque parece que ya ha aprendido a base de las perrerías que le han hecho que con el poder no se juega, y hace tiempo que tiende a apoyar al Kremlin para sobrevivir.
Y hay que distinguir entre antisemita y antisionista. No es lo mismo. Yo situaría a Zhirinovsky entre los segundos, pero no entre los primeros.