lunes, 21 de julio de 2008

Y rusos en Alemania: Andrei Vlásov.

Desde que Ibirr... estooo Iberia ha tomado la decisión de ahorrar a base de vender más billetes y apretujar un poco todas las filas de asientos, los viajes nocturnos a Moscú son una tortura todavía mayor de la que ya de por sí promete el horario. En una palabra, que estoy baldado y pidiendo la hora; de hecho, a estas horas no me atrevo ni a trabajar en algo serio, no vaya a meter la pata, con lo que, para hacer como que trabajo, no me queda más remedio que escribir una entrada larga y tendida, que engaña mucho al personal. Ahí va.

En entradas recientes estuvimos viendo una miniserie sobre algunos alemanes escogidos, más bien rojetes, en Rusia. Si exceptuamos a los rojetes, los demás alemanes que anduvieron por Rusia entre 1941 y 1945 (o más bien 1944) se portaron en general bastante mal, por no escribir alguna expresión más fuerte. Asesinaron, saquearon, violaron, mutilaron, deportaron... vamos, poco menos que hicieron todas las salvajadas a las que les dio tiempo.

Por eso es sorprendente que hubiera rusos que colaborasen activamente con los ocupantes nazis. Hubo algún que otro blanco, superviviente de la guerra civil de 1918-1920 (ó 1922, que fue cuando terminó del todo), como los generales Shkuró o Krasnov, pero también hubo un rojo destacado: el general Andrei Vlásov. En los años posteriores a 1945, en la Unión Soviética pronunciar su nombre era tanto como para nosotros el de Judas, el paradigma de traidor. Veamos brevemente por qué.

Como veis en la foto de arriba (sí, es él), Andrei Vlásov era más feo que picio. Eso no le impidió un ascenso bastante rápido en el Ejército Rojo, en el que sirvió desde 1920. En la época de las purgas estalinistas había básicamente dos posibilidades: la primera era que fueras (o no, pero daba igual) un traidor a la Revolución y que te convenciesen a base de tortura y tentetieso para que admitieses tu culpa, después de lo cual, si tenías suerte, te mataban y, si no tenías suerte, te mandaban a un campo de prisioneros o directamente desaparecías.

Las purgas se cebaron especialmente en el Ejército Rojo, lo cual fomentaba la segunda posibilidad: que te ascendieran. Claro, como los purgados iban dejando muchos huecos en el escalafón, las posibilidades de ascenso eran bastante grandes. También lo eran las de acompañar a los antecesores en su destino posterior, pero Vlásov tuvo la suerte de que empezó a ocupar puestos relevantes justamente cuando Stalin se fue dando cuenta de que si seguía purgando se iba a quedar directamente sin ejército, así que, en 1940, ya en guerra, fue ascendido a general, sin haber cumplido aún los cuarenta años. También había que considerar que el principio de la guerra era un buen momento para ascender, ya que los alemanes habían pillado prisioneros a un buen puñado de oficiales, a los que había que reemplazar.

Finalmente, a Vlásov también lo pillaron los alemanes en el frente noroeste, después de que coparan a todas fuerzas a su mando y lo encontraran muerto de hambre en un pajar. Nada menos que, entre otros, el conde Von Stauffenberg, que luego se haría famoso por el atentado contra Hitler de 1944, le convenció de que se pasara a los nazis. Y se pasó. El hombre pronunciaba discursos en las zonas ocupadas más o menos como el siguiente:

- ¿Quéreis ser esclavos de los alemanes? - preguntaba a los que iban a escucharlo.
- ¡No! - respondían éstos (¡No te joroba!)
- Yo tampoco -concluía Vlásov-. Pero ahora nos ayudan a librarnos de la tiranía bolchevique, de manera que debemos ayudarles a ellos a combatir a Stalin.

No se puede decir que tuviera mucho éxito, porque la tiranía bolchevique sería peliaguda, vale, pero la de los nazis amenazaba con ser bastante peor, que ya es decir, así que no consiguió nada entre la población civil. Le fue mejor entre los millones de prisioneros soviéticos que se hacinaban en condiciones espantosas en los campos alemanes, y hasta consiguió reclutar un ejército razonablemente coqueto, que se llamo Ejército Ruso de Liberación (ROA, en sus siglas rusas). Los alemanes, en cambio, no se fiaban un pelo de ellos, hasta el punto de que no les dejaron entrar en campaña como unidad autónoma hasta bien entrado 1945, cuando las cosas estaban para el Reich más feas que el propio Vlásov. Hay que decir que los alemanes tenían algo de razón cuando desconfiaban del ROA, porque lo destinaron a cooperar con unidades de las SS en la defensa de Praga, a principios de mayo de 1945, y el ROA, a la que vio cómo iban las cosas, se dio la vuelta y empezó a disparar contrar los soldados de las SS, que debieron mosquearse lo suyo cuando vieron que les atacaban soldados con uniforme alemán.

En todo caso, este cambio de chaqueta en vísperas de la rendición del Reich no les valió las simpatías de nadie. Los miembros del ROA, que sabían lo que les esperaba si caían en manos del Ejército Rojo, pusieron pies en polvorosa hacia la zona ocupada por las potencias occidentales, y bastantes lograron entregarse prisioneros a ellos, pero los aliados los entregaron sin excepción (salvo alguno que consiguió camuflarse) al mando soviético, que les dio el destino que puede imaginarse.

Vlásov no tuvo tiempo siquiera de entregarse, y fue capturado por los soviéticos el 12 de mayo de 1945 cuando intentaba dirigirse hacia el Oeste. Después de un proceso relativamente prolongado para los usos del país, fue ahorcado al año siguiente.

Es difícil juzgar a Vlásov de una manera totalmente unívoca. Entre la gran mayoría de los rusos el juicio está clarísimo: es un traidor y punto, aunque ciertamente no es un tema recurrente, así que cabe la posibilidad de que a muchos, sobre todo jóvenes, les pronuncien el nombre de Vlásov y se queden tal cual. Él se escudaba en que las condiciones de los prisioneros rusos en los campos alemanes eran lamentables, cosa en que le podemos creer tranquilamente, porque es conocido que los campos nazis no eran precisamente colonias de vacaciones.

Y, sin embargo, también hay posiciones revisionistas. Hace unos años, una organización tradicionalista intentó rehabilitarlo sin éxito. Y mi amigo Herbert (ya sabéis que todos los alemanes que aparecen por aquí se llaman Herbert) opina que de traidor nada, y que Vlásov era un patriota de narices. Como él no está entre nosotros para poder juzgarle, cada cual pensará lo que quiera. En todo caso, os dejo un enlace (pero tendréis que saber ruso).

Y ahora me voy a dormir, que lo de Ibirria, directamente, no puede ser. Hasta la próxima.

3 comentarios:

  1. Me sumo a la corriente mayoritaria y opino que Vlásov fue un grandísimo traidor [como cualquier otro que combate a sus propios camaradas obedeciendo órdenes de un invasor].

    No termina de convencerme eso de que a veces es preciso dormir con Satanás para despertar más cerca de Dios. Ni hablar.

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  2. César, la verdad es que tiene toda la pinta.

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  3. No sabemos que era lo corecto.
    Pues Stalin, junto con Mao, son la gente que mas millones ha matado. Tambien Hitler.
    Menudos fichas. Y nadie quiere morir.
    Stalin mataba a los q se rendian al regreso.
    No habia alternativa. Unos cabrones u otros.

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