miércoles, 23 de enero de 2008

Tormentas magnéticas

Un día, estando en el trabajo, entré en la cocina y me encontré a la señora de la limpieza sentada en una silla y con la cabeza entre los brazos, sobre la mesa. No me sorprendí mucho, porque es una postura más habitual en ella que la de agarrar el mango de la fregona y moverlo con brío, cosa que pasa más bien poco. Bueno, más bien nada.

Por si interrumpía algo, avancé de puntillas hasta el grifo del agua, llené mi vaso sin hacer ruido y ya iba a salir, cuando tropecé y la cabeza de la señora de la limpieza, a quien llamaremos Mirina, se levantó soñolienta de la mesa.

- ¡Huy, perdone! Buenos días -traté de disculparme.

Mirina no respondió. Parecía algo más grave que de costumbre. Quizá se hubiera producido el hecho insólito de que hubiera ido a trabajar a pesar de no encontrarse bien del todo.

- ¿Se encuentra bien? - pregunté.
- Hay una tormenta magnética. Por eso estoy mal.

Hace muchos años de eso, llevaba muy poco por aquí, y era la primera vez que oía una cosa semejante en Rusia, aunque luego hubo muchas más.

- ¿Una quéee?
- Una tormenta magnética.

Yo no tenía muy claro si felicitarla por lo logrado de la excusa o denunciarla a la Inquisición de Logroño por brujería y recurso a sortilegios y artes mágicas, pero finalmente me fui, sólo ligeramente mosqueado, de la cocina y seguí con mis cosas.

Días después, trasteaba yo por mi casa con la radio puesta y oía el parte meteorológico.

"La temperatura en Moscú será de siete a nueve grados bajo cero, predominantemente sin precipitaciones. Se prevé una importante actividad geomagnética."

¡Leches! ¿También los del servicio meteorológico?

Al día siguiente me desperté a duras penas y con un cansancio tremendo. Me costó ponerme en marcha lo que no está escrito. Llegué al trabajo, entré en la cocina y vi a Mirina, sentada, tomándose un té.

- Estoy un poco cansado hoy.
- Yo también. Es que hay una tormenta magnética.

Y poco menos que todo quisque estaba aquel día un poco chafado. Para un español, cuyo servicio meteorológico jamás ha mencionado la actividad geomagnética, lo de la tormenta magnética puede parecer conseja de viejas o cuento chino, pero, al menos para los que llevamos tiempo aquí, la cosa comienza a cobrar sentido y ya no nos lo tomamos a chacota. Es como las meigas: no creemos en ellas, pero haberlas haylas; en las tormentas magnéticas no es que creamos mucho, pero, cuando se producen, y se producen mucho, la cabeza nos pesa el doble.

Sin embargo, a veces vienen bien, como cuando esta mañana, algo griposillo, he aparecido por el curro retrasado respecto a mi hora habitual... y me he encontrado con mi jefe, que llegaba más pronto que de costumbre.

- ¡Hombre! ¿Qué tal?
- Fatal. Me parece que hay una tormenta magnética -dije al azar.
- Claro, por eso me costaba tanto levantarme hoy -dijo, encantado de haber encontrado la razón de haberse topado conmigo en la entrada.
- Y a mí, y a mí.

4 comentarios:

  1. Madre del Amor Hermoso... Pues aquí o no hay de eso, o nunca lo mencionan, como bien dices.. Y ahora entonces vienen LAS (que no LA) preguntas del millón ¿En España no hay o es que nadie les da importancia? ¿Por qué hay tantas en Moscú? ¿Y aparte del dolor de cabeza, no afectan a los aparatos electrónicos (cd's, dvd's, móviles, radios, tv's...)?

    En fin, Alfito, cuéntanos cosas jejejejeje

    Besitos

    ResponderEliminar
  2. Pues si aquí no las hay entonces las que me afectan a mí son las de Moscú (estos días no puedo tirar de mi cuerpo, ay)

    ResponderEliminar
  3. Estherita, no lo sé. Yo sólo sé que aquí me paso buena parte del tiempo medio chafado y, en cambio, es llegar a España y darme un subidón.

    Ginebra, qué mal rollo ¿A lo mejor mejoraría las cosas darle un par de tientos al nombre de usted? :)

    ResponderEliminar
  4. Alfito ¿Y no será que prefieres estar aquí, que te encuentras como más agusto? jejejeje Es que tú eres muy valencianote, nene, jejejeje (y ojo, que te lo digo con el mejor sentido de todos eh)

    Besitos

    ResponderEliminar