- Hombre, si es nada menos que Ame.
- Hola, papá ¿Quiegues jugag conmigo?
- Sí, hombre, claro que sí ¿A qué jugamos?
- A feg el bguto (A hacer el bruto, en cristiano).
- Vale.
(...)
- Ame, procura no dar golpes contra el asiento delantero. Podrías molestar al señor que va ahí.
(...)
- Ame, no te cuelgues del respaldo. Ya te has colgado diez veces, y a lo mejor el señor de ahí delante quiere descansar.
(...)
- Ja, ja, Ame, deja de hacerme cosquillas. Hala, qué patada le acabamos de dar al asiento. Claro, como tenemos el respaldo tan cerca.
(...)
- Papá.
- ¿Qué?
- ¿Qué es eixe botonet? (¿Qué es ese botoncito?)
- Ah, aixo. És una pereta per a allumenar cada sillonet (Ah, eso. Es una bombillita para alumbrar cada asiento.)
- ¿Puc, papá, puc? (¿Puedo, papá, puedo?)
- Clar, chiquet, clar. (Claro, niño, claro)
Ame se encaramó al asiento, apoyándose en el delantero, y apretó el botón. Se encendió la luz. Como nuestro compañero de viaje estaba tan reclinado hacia atrás, poco menos que le dio en los ojos.
- Ja, ja... - Ame tenía una sonrisa de oreja a oreja.
Ame apretó otra vez.
La luz se apagó.
Ame volvió a apretar.
La luz volvió a encenderse.
Durante los siguientes diez minutos aquello pareció una discoteca. Ame estaba encantado, y además descubrió que no sólo había una luz, sino tres. En cuanto al ocupante del asiento delantero, no creo que le molestara todo aquello, porque las luces de cada asiento forman parte del estándar del avión, después de todo.
Pero sí, sí que le molestaba.
- Oiga, uhté. El shiquiyo suyo yeva tooodo el rato molehtando.
- Oh, lo siento.
- Pueh mire, cuando un shiquillo, y perdone la espresión, eh tan coñaso, mushah veseh eh culpa de loh padreh.
- Caya, caya, hombre - le dijo su mujer.
- ¡Sí, eh culpa de loh padreh, que no loh controlan!
- Puede usted decir lo que quiera - dije con toda la indiferencia de que soy capaz.
El compañero de viaje siguió refunfuñando durante otra hora, hasta que al final llamó a la azafata. Cuando llegó la misma, se puso a quejarse en un inglés mediocre... como el de la propia azafata. Para su desgracia, ello coincidió con un momento, quizá el único, en el que todos los niños dejaron de armar jaleo y estaban jugando a las cartas o pintando. La azafata se me dirigió, yo afiné mi ruso al máximo y puse al compañero literalmente a parir. Mientras hablaba con la azafata, me apoyaba en el asiento delantero haciéndolo mecerse, y quizá se me escapara algún manotazo, pero, claro, sólo era para dar énfasis a la conversación.
Finalmente, en la última media hora del viaje, y como el hombre seguía protestando, encontraron dos sitios en primera y pasaron allí al padre y a la hija, quedándose allí sólo la madre.
Un conocido, que volaba en el mismo avión y estaba por allí cerca, intervino:
- Oye, ¿te importa que proteste yo también, a ver si me pasan a primera?
- Sí, hombre, no faltaría más. De hecho, estaba pensando en protestar yo, ahora que ya sé el sistema.
La mujer se metió en la conversación.
- Me están hasiendo burla, y ehto eh muy serio. Ehte año he hesho seih veseh ehte viahe, y nunca he vihto lo de hoy.
- Señora, les pedí que subieran un poco el respaldo, y no lo hicieron. No creo tener nada que agradecerles.
- Pero que ehtah son lah medidah del avión.
- Si se quiere justificar así...
- Vale, uhtedeh son perfehtoh. Ya ehtá.
- No, señora, usted sí que es perfecta. No hay más que verla.
Claro que luego volvió el angelito de las alitas.
- Alfor, te has pasado varios pueblos. Muy mal. Pero que muy mal.
Y la verdad es que el angelito me hizo reconcomerme algo, pero de las cuitas con mi conciencia tratará la siguiente entrada.
Ainssssss... Que bueno, aunque francamente, y teniendo en cuenta el estado de tus rodillas, creo yo que más bien merecías ser tú quien pasara a primera, jejejeje
ResponderEliminarBesitosssssss
PD: Que útiles son los nenes a veces, jejejejeje
Esther, bueno, tampoco podría descansar mucho en el ratillo de viaje que quedaba. Luego les tocó volver a turista a por el equipaje de mano.
ResponderEliminarLo que me he reído con su historia. Si es que ya lo decían los sureños: "Eh er tamaño ehtánda. Nosotroh tenemoh deresho a echá patrá loh asientoh, cohoneh, y vosotroh uhtedeh a aguantalse."
ResponderEliminarYo habría puesto otra vez a los niños en los asientos del principio con instrucciones claras de que "podéis hacer lo que queráis, sin miedo a regañinas..."