Rusia es el primer productor mundial de patatas, por lo que podría esperarse de su cocina un empleo masivo de la misma. Y, ciertamente, así es, en sopas, en puré o como guarnición; pero, por desgracia, la primacía mundial en la producción de patatas sólo se refiere a la cantidad. La calidad de la patata rusa deja bastante que desear, si bien ha mejorado algo, no gran cosa, en el último lustro.
En estos días de rodríguez, estaba yo pensando qué prepararme de cenar cuando recordé mis años de juventud y salida a cenar con los amigos, bocadillo bajo el brazo y ración de patatas bravas en el bar de la esquina. Aquí, si voy a lo menos remotamente semejante a un "bar de la esquina" y pido unas "derzkie kartoshki" (дерзкие картошки), que es lo más parecido a una traducción literal del concepto en castellano, iba a tener problemas, como poco, con el camarero y, si las cosas se ponían feas, con los de seguridad del local, por pensarse que me estaba choteando de ellos. Así que iba a tener que encargarme del antojo sin ayuda externa.
Lo del bocadillo se podía arreglar, pero ¿lo de las patatas bravas? Bueno, pues vamos con los ingredientes necesarios:
1.- Patatas. Lo ideal es que sean alavesas, que están de miedo. Las rusas están bien para puré, pero por algo es que la cocina rusa no las acaba de ver como plato principal. Ahora bien, traer patatas de Álava parece excesivo, así que nos conformaremos con las rusas. Vamos a poner tres medianejas, que no es cuestión de quedarse con hambre.
2.- Guindilla. Tengo. No es fácil encontrar en Rusia, pero se puede.
3.- Pimentón picante. Casualmente, tengo para toda mi vida, al ritmo que lo voy gastando. Me traje en un viaje, pero me consta que, aunque tampoco es fácil, se puede conseguir aquí.
4.- Sal y aceite. De eso no hay escasez por aquí.
Ah, y las patatas bravas se comen con ajoaceite. Efectivamente, lo de conseguir ajoaceite en el supermercado, como ahora se puede en España, tiene mala pinta, así que igualmente hay que cocinarlo uno mismo. La ventaja es que lo puedes hacer a tu gusto.
Así que, ya de paso, pues haremos ajoaceite, para lo que necesitamos dos dientes de ajo (bueno, los amariconaos ponen sólo uno), aceite de oliva, un huevo y unas gotas de limón. Entre nosotros, hay un método abreviado para cuando hay prisa: comprar mayonesa, añadir los dientes de ajo y machacarlo bien en un mortero. Sí, ya sé que es herético lo que escribo, pero los resultados cantan y, cuando uno está de rodríguez, no es cuestión de eternizarse en la cocina.
Así pues, se pone el aceite en la sartén y, cuando está caliente, se echan las guindillas para que el aceite pille el gusto. Hay quien también les echa uno o dos dientes de ajo, pero, como luego tenemos el ajoaceite, yo creo que no hay que cebarse con ello.
Cuando ya está el gusto cogido, que puede ser al minuto, se echan las patatas, previamente peladas y cortadas en trozos, que yo prefiero más pequeños que en los bares españoles y que, en el caso de la patata rusa, muchas veces quebradiza y poco consistente, recomiendo que sea así. Se echa sal y a esperar que se frían dando vueltas a la patata de vez en cuando. Para gustos, colores, pero lo mejor es hacerlas a fuego fuerte, para que queden ligeramente crujientes por fuera y más blandas por dentro, cosa que vale con tal de que no queden crudas.
Justo antes de sacarlas del fuego se echa el pimentón picante, con cuidado de que no se queme (se quema enseguida), que le dará un lozano color rojo a la patata.
La sacamos, la servimos en un plato, añadimos el ajoaceite a un lado, y con esto ya nos hemos montado nuestro bar de la esquina sin salir de Moscú. Si lo acompañamos con un bocadillo de atún con olivas (fácil de conseguir en Moscú) y una jarra de sangría (mmmm... esto de la jarra de sangría me da una idea para la siguiente entrada de cocina) en una cálida noche de verano, con unas almendritas fritas con sal, va a parecer que nos hemos llevado la carta del Bar Garrofa (el clásico de mi pueblo). Faltará el ambiente del lugar, con los parroquianos machacando las mesas con las fichas de dominó y sosteniendo el palillo entre los dientes, pero tampoco se puede tener todo de repente.
Ains Alf... me has recordado el Hilario, aquellos bocadillos de sepia con allioli mmmmmmm o los de tortilla de patatas, y como no, esas inolvidables patatas bravas, aaaaaaainsss y la cerveza, jejejejejejee, los tanques de cerveza y la sangria... Que tiempos Alf que tiempossssssss
ResponderEliminarMadre del Amor Hermoso...
Por aquí, cuando la cosa ya está animada se canta aquelllo de:
"allaa en el cabanyaaaaaalllllll, una casa que faaaaaa cantoneeeeeeettttt, la xica de alliiiiiiiii festejava en un xic forasteeeeeeeerrrrrrrrr i araaaaaaa se ha sabuttttttt que la xica molt grossa s'ha feeeeeeeeettttt i es que l'han fotut i la xica va tindre un xiquet, per baix"
La traducción toda tuya, jejejejeje... pero vamos, no me cabe la menor duda que conoces la cancioncita
Besosssssss
mmm, de nuevo con mis dudas...que es guindillas ?
ResponderEliminarLo que sea la inlustración se ve bastante apetitosa...
Un beso
A mí me comieron la moral una vez que hice tortilla de patatas para unos amigos de Moscú, con toda mi ilusión, y me dijeron que eso ya lo comían a menudo, que tenían un plato parecido. Más pinochos que fueron!!!
ResponderEliminarEsther, a mí, la cerveza, como que no mucho. Y la cancioncita, pues bien está cantada después de una mona, pero ya se ha visto que el desfase está poco presenta en estas pantallas.
ResponderEliminarBAR, ¿guindillas? Es una especia que pica mucho. Bueno, pica mucho para paladares españoles; probablemente un paladar mejicano ni lo note.
Gin, eso sí que no. Con la tortilla española, quintaesencia de la cocina española, no se mete ni se compara nadie. Ahora mismo me pongo a escribir una entrada, tanto más cuanto que ayer me hice una, me quedó de miedo y todavía la voy a cenar hoy. Aquí eso no lo conocen ni de lejos.