Una de las cosas más imprevisibles de Rusia consiste en saber cuánto durará un viaje por carretera. El que consiga averiguarlo con cierta aproximación tiene bien ganado el rango de profeta, y no estará de más preguntarle si obtiene su conocimiento de alguna revelación sobrenatural, magia negra, videncias diversas o simplemente es pura chiripa. Por ejemplo, viajar desde la casa de uno a cualquiera de los aeropuertos de Moscú puede durar entre cuarenta minutos (eso si todo va bien) y cinco horas (si todo va mal). En realidad, puede durar incluso más de cinco horas, pero reconozco que son casos excepcionales. Mi récord personal está en cuatro horas y media, un día en que se conjuraron todos los hados, hubo una nevada copiosísima, camiones tirados en la carretera y hasta una colisión entre un camión y un autobús, cosa que, aunque pueda parecer excepcional, no lo es tanto como pueda creerse. Además de esto, otros clásicos de las carreteras moscovitas son los atascos de fin de semana, tanto de salida (los sábados por la mañana, a partir de las seis y media de la mañana, y no es coña) como de entrada (los domingos durante todo el día y buena parte de la madrugada del lunes).
Pues bien, dentro de un par de días estaré camino de Ivánovo, ciudad provincial situada a unos trescientos kilómetros al nordeste de Moscú. Vamos, más o menos como Zaragoza respecto de Madrid o Valencia. Podría decirse que es el prototipo de ciudad mal comunicada, con tres trenes al día (o más bien a la noche, porque son nocturnos), sin vuelos de pasajeros comerciales (me gustaría ver cómo está ese aeropuerto), y con la única regularidad del servicio de autobuses. Pero, claro, para eso...
Para eso, la opción elegida ha sido ir en coche, y ahora todo son cavilaciones sobre la antelación con que partir, teniendo en cuenta que a la una del mediodía hay que estar allí. Uno, si fuera de Valencia a Zaragoza, lo tendría claro: saliendo hacia las nueve y media se llega bien y sin necesidad de correr, pero aquí las cosas son distintas.
- Que si quedamos para salir a las ocho.
- ¿Y vamos a llegar?
- Deberíamos. Son unos trescientos kilómetros.
- Pues a saber cómo son.
- Bueeeeno, no exageres.
- Pues yo saldría a las seis y media.
- ¿Tan prontooooo?
- Es que, si no, habrá atasco de salida seguro.
Ya veremos cómo queda la cosa. De momento, he recordado con un escalofrío el vídeo de abajo, que mi cuñado tuvo la gentileza de enviarme hace un par de meses. Vale que lo del vídeo es una carretera siberiana, lejos de la parte europea de Rusia... pero, por si acaso, voy a llevar víveres.
Madre del Amor Hermoso, Alf. Y esta vez lo digo con todo su sentido. Cuando más te leo, más pienso que Rusa es un mundo aparte... Siempre he dicho que cuando Orson Welles dijo aquello de "Hay otros mundos, pero están en éste" se refería a unos días que, adivino, debió pasar en Pego (Alacant). Pero ahora, sospecho que además de Pego, lo que le debió confirmar que, efectivamente, hay otros mundos pero están en éste, es Rusia...
ResponderEliminarYo creo que la solución a todos vuestros problemas sería salir la noche anterior, así seguro que llegaríais a tiempo ¿no? Ah, y mira a ver si consigues unos cuarzos, que dicen que traen buenas energías y si quieres, miro a ver si encuentro algún conjuro para la buena suerte, jejeje... ;-P
Besos
Esther, pues lo de las carreteras, a veces, es lo de menos, aunque influye.
ResponderEliminarPara salir la noche anterior ya hubiera ido en tren o en autobús. Pero bueno, mañana salgo.