Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
lunes, 3 de julio de 2006
Las colas
Una cola occidental es una fila más o menos ordenada de gente que espera su turno. Incluso cuando en los supermercados, estaciones de tren y otros sitios no existían los números, la gente llegaba, preguntaba quién era el último y se esperaba hasta ser atendida.
En Rusia, no.
En Rusia, una cola es una masa informe de gente desesperada por ser atendida cuanto antes y que considera legítimo saltarse el turno y ponerse por delante de quienes habían llegado antes. Vale todo: codos, body-check, testigos falsos, amenazas de muerte... lo que sea. Hay que tener un cuidado especial con las mujeres voluminosas de entre cuarenta y sesenta años, auténticas especialistas en disuadir cualquier protesta a base de rugidos (además, la dependienta suele ser de su estilo, lo que ocasiona cierta complicidad entre ellas).
- Oiga, señora, por favor. Deje de pisarme el pie.
- ¿Le molesto? -a la pregunta suele acompañar una mirada de desprecio infinito.
- Mire, que yo llegué antes. Voy detrás de esa señora.
Por suerte, la señora a la que había pedido el turno estaba y se mostró dispuesta a testificar en mi favor. Si se hubiera ido desesperada (las colas aquí pueden durar medio día perfectamente), la cosa hubiera tenido peor arreglo.
- Perdone - palabra dicha tras un gruñido de desaprobación.
Comienza la siguiente fase en la lucha por el "Lebensraum": el "body-check".
La señora sabe que no me voy a dejar avasallar tan fácilmente y que estoy dispuesto a defender mi decimonoveno puesto en la cola. Comienza, pues, a hacer que el tiempo que la dependienta tarde en atender a los dieciocho anteriores sea un infierno para mí. Sus ciento veinticinco kilos (70% de grasa) se arriman a mis sesenta y seis. Mis sesenta y seis retroceden espantados diez centímetros, lo justo para evitar el contacto inmediato. Un rictus de desagrado se dibuja en mi cara. Los ciento veinticinco kilos avanzan diez centímetros más. Clavo los pies en el suelo y mantengo inmóviles mis sesenta y seis kilos.
- ¡Señora!
- ¿Qué pasa?
- Me está empujando.
- ¿Yo?
- Sí, usted.
La señora se encoge de hombros y mira hacia otro sitio. Ante la inferioridad física, trato de pasar a la guerra de guerrillas, aprovechando mi mayor velocidad.
Pasan diez minutos, y la dependienta ha conseguido atender a uno. Sólo quedan diecisiete. La cola se mueve y yo, en un hábil movimiento de cintura (de la que mi adversaria carece), me coloco justo delante de ella, en directo contacto con su vanguardia, que se bambolea bajo mi espalda. Trago saliva, y juro que me ducharé en cuanto llegue a casa.
- ¿Qué hace? - grita, más que pregunta, la señora.
Me callo. Noto, y huelo, y palpo, que la señora empieza a sudar de ira. Emparedado entre la que va antes y la que va después, mi situación es difícil... veinte minutos después, a base de forcejeos y desplazamientos centímetro a centímetro, he conseguido hacerme con un espacio vital respirable, frente a imprecaciones esporádicas de mi contrincante y miradas de extrañeza de la que va delante, que no sabe qué pensar.
La ducha fue concienzuda. A despecho de la "profilaktika", que me tiene frito desde hace unos días, el agua helada corrió abundante.
Ese es mi Presidente de la RFS, o Esquinia, como tambien nos gustaba llamarla. Así me gusta, que se noten los conciertos heavy y las luchas con los monstruitos apuntados a scout.
ResponderEliminarEso sí, la ducha imprescindible, porque encima con profilaktika o condona, como me gusta a mi llamarla, madre del amor hermoso, osea que la señora no sólo olía por el sudor de la cola, la ira y la febril lucha contra ti, si no que encima haría unos días que eso de la ducha lo tendría prohibido...
Mis condolencias a tus glándulas olfativas...
Besos
PD: Cuidado con los desinfectantes, que a veces pueden ser venenosos, jejejejeje.
Eh, que soy monárquico, de presidente nada. Además, en su Constitución, Esquinia viene definida como reino, pero con un régimen asambleario. Y no fui nunca scout: mis luchas eran en mi condición de catequista, aunque los monstruitos eran casi los mismos. En lo que sí que tienes razón eran en lo de los conciertos heavies... aunque allí los olores eran más variados.
ResponderEliminarLa profilaktika es rotativa: va de unos barrios a otros, así que la señora bien podía tener agua caliente. Qué envidia... bueno, sólo quedan doce días de duchas frías.
Disculpe Su Majestad Don Alf-Forfon de Borbón y Todos Los Santos, nunca fue mi intención, ni de lejos, ofenderle, más si así fuere presento aquí mis más sinceras disculpas a tan sagrada e insigne figura como el más alto mandatario de nuestro bien amado país...
ResponderEliminarY ya sé que tu no eras escaut, eso era más de otros esquinianos... Pero sí sé que algunas acampadas si organizaste junto al resto de los mandatarios Sobrantes, además de por supuesto, ser el maestro de crónicas y catequista de monstruitos peligrosos... jejejeje
¿una partidita de memoria? ains que tiempossssssss...
Besos
¡Que yo no era el rey, ni lo he sido nunca! El rey era el que pegaba gritos desde la ventana del séptimo.
ResponderEliminarLo de "maestro de crónicas" no lo recuerdo, la verdad. Lo de catequista de monstruos peligrosos sí, sólo espero que con los años y la ayuda de Dios el peligro de los monstruos se haya reducido. Yo diría que sí, probablement más gracias a Dios que a los años.
Es cierto que no eras el rey, sólo marqués o duque, no recuerdo, de la Ribera... Que tiempos ¿recuerdas las interesantes misivas que intercambiábamos?
ResponderEliminarLo de maestro de crónicas viene por ese periódico que con tanto mimo redactabais y tú transcribías... jejejejeje.
¿Tu crees que ya no son tan monstruos? hombre, los que tú tenías ya crecieron, eso está claro, jejeje, pero los de hoy en día dicen las leyendas urbanas que son peores....
Besos