Un emigrante en su patria con la conciencia intranquila, pidiendo perdón. Una oración al aire libre. Una acción de gracias bajo la luna de Valencia.
Un emigrante en la patria del primero, emigrante de seis años, arrancado de su país por Dios sabe qué motivos. Un niño con un uniforme de la selección brasileña de fútbol, abandonado en la plaza de Patraix con un balón pasadas las diez de la noche. Unos padres que no se sabe dónde están.
Un emigrante en su patria con la conciencia intranquila, sin saber a ciencia cierta cómo calmarla.
Un balón que vuela por los aires para posarse en las ramas de un árbol. Unas ramas que retienen su presa.
Un emigrante de seis años con un problema. Una señal de Aquél que las envía. Un emigrante en su patria que desmonta y se acerca al niño. Un seguidor infantil de la selección brasileña que intenta en vano alcanzar el balón perdido.
¿Una señal de Aquél?
- ¿Has perdido el balón?
Un emigrante infantil que mira con ojos asustados al emigrante en su patria. Unos grandes ojos que hablan. Una boca que no lo hace.
Un emigrante que alza los brazos, alcanza las ramas bajas del árbol ladrón y las sacude con vigor progresivamente mayor. Un árbol que se resiste a desprenderse de su presa.
Una rama que vacila. Un balón que cae al suelo. Un emigrante de seis años que lo recoge, aún con atisbos de susto.
- Ahí lo tienes. Por fin cayó.
- Gracias.
- No sigas jugando de esa manera, que se te puede volver a encalar.
Encalar. Una palabra fuera del alcance del emigrante infantil, de castellano con acento de las Indias. Unos ojos enormes que vuelven a mirar hacia arriba.
- Vale. Gracias.
Un emigrante que vuelve a montar. Una bicicleta que se aleja. Una conciencia menos intranquila.
Unos padres probablemente trabajando, dios sabe en qué tipo de trabajo y con un contrato basuta que les explota a más no poder.
ResponderEliminarUn niño intentando olvidar lo que ha perdido.
La desolación y la impotencia.
Y el otro punto de vista, los residentes de esta patria que a veces sufrimos las consecuencias de una mala política de inmigración, viendo nuestros barrios afectados en ocasiones por la ilegalidad de la emigración descontrolada, paseando con miedo al perro, a altas horas de la noche, como si esto fuera el régimen ya muerto... Toques de queda voluntarios ante grupos de musulmanes de dudosa fiabilidad.
Colombianos, ecuatorianos y peruanos, saliendo borrachos de bares, borrachos hasta más allá de todo límite, cayendo a tu lado mientras caminas rápido por llegar a casa. Piropos de dudoso gusto, hombres con miradas lascivas, mujeres que tapan sus cuerpos y su rostro y un racismo creciente, respuesta muda de quien no sabe a que atenerse...
Visiones diferentes y versiones que confluyen paralelas sin llegar jamás a tocarse, de una misma realidad y fruto de un mismo problema.
Besos
Bueno, la verdad es que el niño no parecía muy enfadado. Si a mí, con seis años, me hubieran dejado bajar a la plaza con un balón y me hubieran comprado una camiseta de Brasil, creo que me habría gustado.
ResponderEliminarEsther, deberías volver a casa por otro camino. Me dejas preocupado.
Bueno, en realidad vivo una zona en la que hay mucho inmigrante. Obviamente no todos son malos, ni todos te dan mala espina, pero lo cierto es que a las horas que llego a casa, ciertos grupos dan miedo, y si he visto sudamericanos tan borrachos que se caían literalmente, al andar. Un día me vi obligada a llamar a la policía después de que un grupo la emprendiera contra mi coche a patadas mientras yo pasaba. Y no te exagero.
ResponderEliminarComo comprenderas, este panorama deja poco a la duda, al final acabas diciendo cosas que en el fondo no piensas y te das cuenta que te has vuelto algo racista, pero es que todo tiene su límite.
Besos
Vaya, lo siento. También había visto cosas semejantes en el tramo del río que está frente a las Torres de Serranos, en Valencia. Cuando vas corriendo por allí un domingo por la tarde, tienes que ir esquivando a los ecuatorianos y huele a alcohol desde medio kilómetro antes de llegar. Eso sí, no todos son así, pero lo cierto es que lo dejan hecho una porquería.
ResponderEliminarEsther, yo no creo que sea racismo: si un español hiciera lo mismo (y los hay que lo hacen, aunque proporcionalmente sean menos), tampoco me gustaría. Lo que repugna no es que el sujeto sea de otra raza, sino lo que hace.
Ya sé Alf. Lo que pasa es que yo no había visto comportamientos semejantes hasta la llegada masiva de inmigrantes a nuestro país. Es obvio que nos aportan cosas muy buenas, y desde que hay tantos, podemos encontrar productos casi desconocidos antes, como el mate, que dicho sea de paso, me encanta, aunque todavía no tengo un cacharrito de esos para tomarlo, ni tampoco tengo hierba mate en casa, pero en serio, está muy bueno.
ResponderEliminarA lo que iba. Antes cuando robaban en un chalet de una urbanización, solía ser aprovechando la ausencia de sus dueños, y sin daños, salvo los materiales. Hoy en día las noticias están llenas de asaltos donde se duermen a los inquilinos, o inquilinos que en defensa propia tienen que matar a individuos que han entrado en sus propiedades armados, secuestros express ¿conocías este término? yo hasta hace relativamente poco no, pero ahora es común. Y lo triste es que siempre el resultado, cuando detienen a los malechores, es el mismo: rumanos, colombianos, ecuatorianos... pero sobretodo rumanos y otros ciudadanos del este de europa.
Las calles se llenan de individuos que deambulan con cogorzas impresionantes, es parte del paisaje habitual, hoy en día, y en su mayor parte no son españoles, suelen ser sudamericanos y algunaas veces marroquíes.
Las esquinas se llenan de grupitos de hombres que hablan en tono cómplice, que miran a todos los lados, que tienen aspecto sospechoso y que si eres mujer, te desnudan con la mirada. Suelen ser argelinos, hindúes o marroquíes.
Y no nos dejemos un nuevo fenómeno que hasta hace poco sólo conocíamos del cine estadounidense: Las bandas. Aquí hay ahora bandas, bandas que dibujan con navajas en las caras de sus víctimas, la sonrisa del jocker, ya sabes, dos rajas, en las comisuras de los labios, que deforman para toda la vida la cara de quien sea. Violan a las chicas de las bandas contrarias, o las que se encuentran... Son fundamentalmente sudamericanos.
Contra estas bandas he recibido ya varios emails que advierten del peligro.
Al final se te escapan esas frases que no has querido nunca decir "malditos emigrantes". Y te duele porque sabes que no todos son así, pero es que tampoco hay derecho a tener que vivir en un miedo constante como nos toca. Supongo que la culpa es de una política inexistente de inmigración, o al menos escasa, pero no del gobierno actual, si no de hace ya muchos años atrás, porque las pateras ya hace más de 10 años que llegan, y los del Este también hace ya años que entran en autobuses o coches.. En fin, espero que algún día todo se arregle porque en realidad considero que la inmigración, con el control adecuado, lejos de ser negativa es positiva, pues nos enriquece como sociedad.
Besos
En todo caso, al campo no se le pueden poner puertas. Y, si los delincuentes extranjeros que vienen aquí pensaran que les van a caer unos palos como los que les caerían en sus países (y en las cárceles de sus países, no en los hotelitos de tres estrellas que son las nuestras), seguramente se lo pensarían más antes de dedicarse a su oficio.
ResponderEliminarY es que somos unas madres. Así nos luce el pelo.