jueves, 12 de mayo de 2016

Cambios de costumbres

Como diría Ro en uno de los accesos adolescentes, los terroristas han ganado.

Bueno, Ro lo dice cuando no le dejamos ir al centro porque hay una redada en curso y se espera un pepinazo de un momento a otro. Nosotros le decimos que puede ir a muchos sitios que no son el centro y donde se lo puede pasar uno muy bien en pandilla, pero, mira por dónde, si no puede ir al centro, no hay nada que hacer, hemos cedido ante el chantaje terrorista y, en consecuencia, los sarracenos han ganado.

A mí me joroba mucho que los sarracenos ganen, pero creo que me jorobaría mucho más que hubiera un pepinazo que se llevara a Ro por delante. No tengo vocación de pariente de víctima del terrorismo.

Sin llegar a tales extremos, sí es verdad que se aprecia un cierto cambio de costumbres entre los habitantes de Bruselas. Ya hace algunas semanas, precisamente desde los atentados, que el tráfico en Bruselas está peor que nunca. Y no sólo de coches, que también. Es que hay más motos que nunca, y más ciclistas que nunca. Y el otro día entré en el metro y estaba prácticamente vacío, un lunes por la mañana en hora punta. Vale que el lunes por la mañana no es el día favorito del, ejem, laborioso pueblo belga, pero he tomado el metro otras veces en lunes por la mañana y había bastante más gente.

Todos los indicios apuntan a que el belga con posibles ha resuelto dejar el transporte público para quien no tenga más remedio que usarlo, y pasarse al transporte privado.

Y tan privado. Hace unos días, por motivos que no vienen al caso, dejé la bicicleta en casa y me fui con Alfina al trabajo en coche. Entre atasco y atasco, me entretuve mirando los coches que nos acompañaban, y no había ni uno, pero ni uno, que tuviera más pasajero que el propio conductor, lo cual es una de las probablemente peores características del tráfico belga: que, por muchas proclamas ecológicas que el gobierno lance, el ciudadano hace de mangas capirotes y va a la suya y pasa olímpicamente de compartir el coche con nadie, eso que en francés fino se llama covoiturage. Porque eso de ir a la suya es tremendamente belga. Es verdad que todavía no hemos llegado a los extremos absurdos de atascos que hemos vivido en Moscú, pero, si les damos tiempo, no tengo dudas de que vamos en esa dirección, por mucha capital de Europa que presuma de ser.

Va a tener razón Ro: los terroristas han ganado. No parece sino que fueran pagados por el lobby de las petroleras.

domingo, 1 de mayo de 2016

Decimo anno

Estoy seguro de que el 1 de mayo de 2006 no tenía la menor esperanza de llegar hasta el día de hoy, exactamente diez años después, escribiendo otra entrada en la bitácora (la sigo llamando bitácora, claro que sí), ¡y anda que no han pasado cosas en estos últimos diez años! Atentados terroristas, cambios de países, viajes de aquí para allá, por la antigua Unión Soviética, por la vieja Europa, y dando tumbos por las Españas (bueno, eso mucho menos), líos, follones, niños creciendo... Vamos, que no ha caído el muro de Berlín porque había caído ya y del suelo no pasa, que, si no, a ver.

Y esta bitácora también ha cambiado mucho, desde la regularidad suiza de las entradas en los primeros años, en una cadencia totalmente previsible de lunes-miércoles-viernes, hasta el caos descuidado de la actualidad, en que como mucho encuentro tiempo para escribir algo a vuela pluma una vez por semana, y gracias.

¿Y los comentarios? ¡Anda que no ha habido cambios, ahí también! De comentar sólo conocidos y familiares en los primeros meses, la bitácora pasó a hacerse polémica allá por noviembre de 2006, e incluso pudimos disfrutar de un troll propio durante un par de años. Un troll comunista, que a saber por dónde andará ahora y si se habrá pasado al voto útil de Podemos, él que era más bien de UCE, creo recordar, o de alguno de esos partidos que tuercen el gesto ante los de IU, por claudicantes con el capital.

A partir del 2 de diciembre de 2012, fecha en la que la temática de las entradas dejó de tener por teatro Rusia, Moscú y sus circunstancias, las cosas han cambiado muchísimo. Bruselas, que era una ciudad aburrida e insoportable, según las noticias que nos llegaban a los que no vivíamos en ella, ha resultado ser un lugar de difícil calificación, pero aburrida desde luego que no lo es. Espero no ser el culpable de esta transformación, pero la coincidencia está ahí.

En fin, diez años, mil doscientas y pico entradas y unos cuatro mil comentarios, a ojo, son las estadísticas. Daría el número de visitas, pero no tengo datos fiables, desde luego no de los primeros años, así que quedémonos con el hecho de que son muchas menos que en sus meses de esplendor, que son los meses inmediatamente anteriores a mi salida de Rusia, y con el hecho de que estamos de cumpleaños. Dos lustros, una década.