miércoles, 30 de marzo de 2016

Los atentados y yo

En estos días, en Bruselas, mucha gente tiene historias bastante espeluznantes que contar. Como es sabido, una semana hace que tres musulmanes (vamos a llamar las cosas sin eufemismos) decidieron ganarse sus setenta y dos vírgenes por la vía rápida, haciéndose estallar en el aeropuerto de Zaventem y en la estación de metro de Maelbeek. La estación de Maelbeek no es una estación cualquiera, no: es el lugar por donde pasan, y salen a la superficie, los curritos de las instituciones europeas, porque está a tiro de piedra de las sedes del Consejo y de la Comisión, y no muy lejos de las de los Consejos de las Regiones y Económico y Social, y finalmente del Parlamento Europeo. Digo los curritos, y no los eurócratas, porque los eurócratas fetén y de verdad suben al metro raramente.

Bruselas se quedó en estado catatónico. Las autoridades, en su habitual reacción frenética, empezaron a tomar medidas de seguridad a troche y moche y, de momento, dejaron sin funcionar el transporte público colectivo, con el resultado de paralizar la ciudad. Es más, el resultado fue que todos los que estaban trabajando en Bruselas, pero viven en Gante, Amberes o Namur, se quedaron más colgados que un chorizo y se pusieron a buscar desesperadamente alguien que pudiera llevarlos a su casa o, alternativamente, algún sitio donde dormir en Bruselas. Se han escuchado multitud de historias de qué estaba haciendo cada uno durante los atentados. También se sabe que la cosa pudo haber sido mucho peor, y que si no lo ha sido es porque estamos en Bélgica, y en Bélgica las cosas se hacen con una dejadez que, en este caso, ha sido providencial, pero que normalmente pone de los nervios al más pintado, pero sobre eso volveré en otra entrada.

Una semana después, ya en Pascua Florida, la gente sigue estupefacta, como sin comprender cómo puede estar pasando una cosa tan alejada de sus esquemas mentales. El metro ha vuelto a funcionar, los vuelos han sido desviados como se ha podido a aeropuertos como el de Charleroi o el de Lieja, y las cosas, con mucho cuidado, están volviendo a su cauce, pero la gente está mosca.

Además, la geografía del terrorista parece menos circunscrita a Molenbeek de lo que se pensaba. Estos dos pollos vivían en Schaerbeek, otro sitio que ha pasado en pocos lustros de zona señorial a zona berberisca, mientras los belgas que habitaban allí, a medida que los moros se iban instalando, dejaban la zona asqueados para irse a vivir a las afueras. Y ahora es en Maelbeek donde han atacado. Podría pensarse que los sarracenos tienen querencia por los lugares terminados en -beek (que, por cierto, significa 'arroyo', aunque los que hubiera en su día están bajo tierra), pero al famoso Abdeslam lo detuvieron en Forest, al sudoeste de la región y que no tenía en principio tan mala fama como los otros dos sitios. Uno tiene la impresión de que ni el rey está seguro en su palacio de Laeken, y que, allá donde menos te lo esperas, salta un moro por los aires, y tú con él.

Mi historia personal es bastante menos heroica. Yo estaba de mudanza. Sí, tras un año de obras, paciencia y rechinar de dientes, finalmente nuestro hogar estaba lo suficientemente preparado para recibirnos, y quiso nuestra fortuna que decidiéramos mudarnos un 23 de marzo, y que la víspera estuviéramos empaquetando nuestras pertenencias, y que en pleno empaquetado, junto con dos mozos (pero bastante talluditos) de la empresa de mudanzas, nos enteráramos de la mascletà que los tres mahometanos descerebrados habían perpetrado.

- Habría que colgarlos - dijo uno de los mozos, el de más edad.

Yo me rasqué la cabeza, preguntándome en mi interior si se conseguiría localizar un pedacito de terrorista lo bastante grande como para poderlo colgar, y si eso serviría como escarmiento de quienes se estuvieran planteando imitarlos. A lo mejor, si se les cuelga con una cuerda de tripa de cerdo...

Unas cuantas casas más allá, otra mudanza estaba teniendo lugar. Sí, Bruselas es un paraíso para las empresas de mudanzas, con toda la población que entra y sale. La misma empresa que nos mudaba estaba sirviendo a una pareja de diplomáticos israelíes, y enfrente de la vivienda había un coche ocupado por cuatro pollos vestidos de negro y con gafas oscuras y pinganillos. Como para andarse con bromitas con ellos.

Así como el sector público belga, y algunas instituciones europeas, mandaron a sus trabajadores a casita, los de la mudanza no nos dejaron colgados. Ellos, a lo suyo. El miércoles, a las cinco de la tarde, pagué religiosamente lo que me pidieron, le di la mano al capataz, y desde entonces hemos dejado de pagar alquileres ¿Fin de la historia? Noooo... quedaba una cosa que se presume sencilla, y que de hecho lo es: pasar el teléfono y la conexión de Internet de un lugar a otro.

Bueno, pues sí he estado sin actualizar la bitácora hasta hoy es porque, en Bélgica, las cosas que se presumen sencillas tienen siempre un plus de dificultad que convierte cualquiera trámite en una aventura, cualquier aventura en una tortura, y cualquier tortura en un martirio, pero eso lo dejo para la próxima entrada, porque hoy se hace tarde.

martes, 8 de marzo de 2016

Rincones


A veces pensamos que Bruselas es una ciudad bonita.

La verdad es que, efectivamente, Bruselas tiene muchas partes hermosas. En el centro, aparte de la Grand Place, cuyo renombre está bien justificado, hay muchos lugares agradables, y así, no en vano, Bruselas recibe un sinnúmero de turistas que se agolpan en el centro en cualquier época del año y que lo convierten en un lugar casi inhabitable. Sí, Ryanair ha hecho mucho daño.

Naturalmente, no toda Bruselas es así. Sin ir más lejos, la imagen que ilustra esta entrada es la vista que se muestra desde la ventana del despacho que ocupo. Se trata de un edificio abandonado, en el que la flora (la vemos a la derecha) ha hecho ya su aparición aprovechando las favorables condiciones climáticas y una oportuna charca que se ha formado en su techado y que, si no ha recibido todavía la consideración de humedal protegido, es porque la envidia es muy mala y porque, después de todo, prácticamente toda Bélgica es un humedal, así que tampoco merece la pena esmerarse en exceso por proteger los que surgen en el medio urbano.

Para humedal, por ejemplo, tenemos la pared del edificio colindante, en que la enorme mancha de humedad (que varía de superficie según lo mucho o poco que llueva) aparece recubierta por una especie de presencia ectoplásmica. En realidad, la presencia ectoplásmica soy yo mismo, que estoy haciendo la foto tras una ventana, que obviamente, refleja las imágenes de mi despacho, incluyendo al autor de estas líneas (y de la foto), una impresora desvencijada y en desuso, que mi compañero y yo aún no hemos retirado porque nunca se sabe, y el escaso mobiliario del que disfrutamos (habrá que llamarlo así).

Además de la flora que hemos visto, es indudable que el mismo edificio del que ha surgido el árbol y la charca acoge diversos tipos de fauna, fundamentalmente roedora, pero también del orden de los insectos, que creemos que está colonizando el edificio que ocupamos nosotros, a juzgar por ciertos indicios sobre los que prefiero no extenderme.

Pues aquí estamos, en la capital de Europa. Esa ciudad tan bonita...

miércoles, 2 de marzo de 2016

Esto no podía morir así

Seguramente más de un lector, si es que queda más de uno, habrá pensado que la bitácora no había podido llegar a 2016 y que había muerto de vieja,o de inacción, o de puro y duro abandono. Y no se lo reprocho, porque, yo, el autor de estas líneas, y de la práctica totalidad de las que han pasado por estas pantallas en los últimos casi diez años, también lo creía.

Y no es para menos.

Creo que es la primera vez (y no aseguro que no vaya a ser la última) que me he pasado dos meses sin escibir una línea, peero eso es lo que ha pasado. Han sido dos meses bastante... tensos. a despecho de los que opinan que Bruselas es una ciudad tranquila y aburrida, eso no cuenta si tienes un trabajo que consiste en solucionar problemas (y, además, hace poco que cambiaste y eres bastante más novato que quienes se ocupan de crear esos mismos problemas). Y no digamos si, encima, has comprado una casa y estás en pleno proceso de obras en la misma. Entonces Bruselas, lejos de ser tranquila, pasa a ser una tortura de parangón imposible. Por menos de eso han aparecido tumores en los desgraciados que se han visto sometidos a semejante tormento. Espero de todo corazón que no sea mi caso, pero una de las que lo ha sufrido ha sido la bitácora, postergada una y otra vez con la cantinela de 'a ver si mañana tengo un rato'. Y no, no lo tenía.

Pero esta bitácora no podía morir así. Puede perder calidad, cosa inevitable, porque Bélgica da de sí menos que Moscú, ciudad donde no hay día que sucedan cosas extraordinarias, pero tiene derecho a morir dando un último suspiro de gloria, como los espartanos de Cleómenes III. Así que voy a dedicar los próximos días, a falta de inspiración (que ésa es otra), a limpiarla, fijarla y darle esplendor, y dejarla preparada para próximas campañas. Como hizo Cleómenes III.