jueves, 27 de diciembre de 2007

Guerrilla fanfarrona (I): el método Sprite

Y, bien, la apurada y apretada situación en que acabó la última entrada da pie a una lista de sugerencias de métodos para no sufrir solo, sino, por lo menos, de manera solidaria con el causante del sufrimiento.

Método 1: El método "Sprite"

- Señorita...
- ¿Sí?
- ¿No tendría una lata de Sprite?
- Enseguida se la traigo.

Afortunadamente, vale cualquier otra lata de refresco. La azafata trajo la lata (7-up, en este caso), yo me la bebí y, una vez consumida, la doblé de manera que quedara en forma irregular. Si sois muy malos, es preferible la forma puntiaguda; si sois sólo traviesos, podéis dejar el canto redondeado de la lata como arista de combate, que suele ser bastante.

Acto seguido, hay que colocar la lata en el bolsillo del asiento delantero, en contacto directo con el respaldo. Tras la lata, se coloca la revista de a bordo (la de Aeroflot es bastante voluminosa, lo cual protege las rodillas). Entonces, se presiona con las rodillas sobre la revista de a bordo, que, a su vez, presiona sobre la lata (recordemos que presenta aristas irregulares). La lata crea una irregularidad sobre el respaldo delantero, el descanso de cuyo ocupante se ve interrumpido.

- Oiga, uhté. Me ehtá molehtando con lah rodillah.
- Lo lamento muchísimo.
- Eh que yo puedo bajá lasiento, ¿sabe? Eh lestánda del avió.
- Sí, sí, si tiene usted todo el derecho del mundo. Claro que sí.

Cuando vuelva a reclinarse, es bastante efectivo ir alternando la presión sobre el asiento delantero, presionando cada vez con una rodilla diferente. De esta manera se conjura el peligro de que el compañero de viaje se acomode a la situación.

Al final, el compañero cambió de sitio con su mujer, pero ésta tampoco subió el asiento lo más mínimo. Como parecía que no le afectaba mucho lo de la lata, que ya estaba hecha un churro, había que continuar con el hombre, que parecía más vulnerable. Alfina decidió levantarse y yo "tuve" que ocupar su asiento, quedando de nuevo justo detrás del hombre. Una pequeña presión de las rodillas, y el hombre se dio la vuelta, mientras yo leía un libro muy ocupado.

- Me ha cambiado de asiento, y ahí ehtá uhté detráh y sigue molehtándome.
- Le aseguro que no es mi intención; pero, claro, yo tampoco voy cómodo tan apretado.
- Le repito que eh lestánda del avión, que tiene unah medida que son éhtah.
- Por supuesto.

Como la cosa ya era un poco repetitiva y aburrida, decidí cambiar la táctica guerrillera, lo cual queda para la siguiente entrada.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Entrada nada navideña

Y ahora toca una vez más una de aviones, en este caso del retorno de los Von Buchweizen a España a bordo de, claro que sí, Aeroflot. A los Alfor, Alfina, Abi, Ro y Ame acompaña en esta ocasión Alson, un niño de nueve años que viaja con nosotros para reunirse con su madre, que ya está en Madrid. Por si fuera poco, en el avión viaja otra pareja amiga, con dos niños, uno de ellos tirando a revoltoso, y el habitual magma de bebés adoptados con padres novatos desquiciados por la llantina incesante de sus hijos recién estrenados.

Vamos, un guirigay de mil pares de narices, sólo apto para pasajeros pacientes y para fanáticos de los niños. Quien no lo sea debería plantearse otras fechas menos familiares o una generosa dosis de valeriana antes de embarcar.

Abi, Ro y Alson se colocaron en la fila delantera, de las dos que nos habían dado, y los mayores, con Ame, en la trasera, con el objetivo de separar en lo posible a nuestros niños de los de la otra pareja y reducir así el jaleo. Pero, claro, aunque se porten bien, Abi, Ro y Alson son niños, y están nerviosos por el viaje, así que juegan y, efectivamente, algo alborotan. El pasajero que viajaba delante de ellos se dio la vuelta y se alzó ligeramente de su asiento.

Él era un cincuentón de barriga prominente, aunque sin exagerar, pelo escaso y cano y aspecto de clase media pagada de sí misma, de gesto altanero y mirada entre retadora, suficiente y torpe. Le acompañaba su esposa, de edad similar y volumen corporal parejo, que acaso hubiera tenido un aspecto lozano varios lustros antes, si bien, lamentablemente, del mencionado aspecto quedaba tan poco que el antifaz que se ponía para intentar dormir le favorecía en gran medida. Y también estaba su hija, que acurrucada junto a la ventana, no se metía en nada y, quizá por eso, parecía la más juiciosa de los tres.

- Oiga, uhté -dijo el padre.
- ¿Sí?
- ¿No le parese que podían ponerse uhtedeh, loh mayoreh, detráh de nosotroh, para podé dehcansá?
- De acuerdo.

Y, efectivamente, ordenamos a Abi, Ro y Alson que pasasen a nuestros asientos y nosotros ocupamos los suyos. Yo, que debí intuir algo, le dije a Alfina que me quedaba con el asiento que estaba inmediatamente detrás del hombre. Hubo unos momentos de relativo orden, aunque sólo relativo, porque nuestra tropa se puso a jugar con sus nuevos amiguitos de los asientos de detrás. Bueno, y porque pasó algo más: los tres de delante, casi al unísono, reclinaron sus asientos todo lo que pudieron.

- Ya podemoh incliná loh asientoh -dijo el hombre con satisfacción.
- Claro, si su intención es triturarme las rodillas - repuse.

El hombre ignoró completamente esta circunstancia, mientras yo, resignado a pasar el resto del viaje en un espacio restringido, trataba de encajar mis rodillas en el espacio vital que mi compañero de viaje me había dejado. Y ahí empezó todo. A mi oído izquierdo se estaba situando un duendecillo con cuernos, rabo y un pequeño tridente, que decía algo así como:

- Alfor, querido. Esto no puede seguir así. Alguien como tú, con tantas horas de vuelo, tiene recursos de sobra para convertir el viaje de este memo en un infierno.

Al oído derecho, susurraba un angelito blanco con alitas.

- No, Alfor, no le hagas caso. Sé paciente y manso ¡Cuántas veces no estarás tú en su lugar!
- Alfor -decía el duendecillo-, fíjate cómo se regodea de ti este cretino, que primero te hace cambiar de asiento y, cuando te tiene detrás, te deja sin sitio ni para respirar.
- Alfor, Alfor -decía el angelito-, déjalo estar, no te metas en problemas, ¿qué vas a ganar con esto?

Meditaba yo estas cuestiones, mientras trataba de colocar mis maltrechas rodillas, cuando el hombre echó su mano hacia atrás, palpó lo que había detrás de su asiento y, naturalmente, encontró mis rodillas incrustadas en su respaldo. Y dijo.

- Oiga, uhté. Me ehtá clavando lah rodillah en lah espaldah ¿Puede dejá de molehtarme?

Ahí comenzó a subírseme la sangre a la cabeza. Es como si el tío me diese una bofetada y me dijese que le había dado un golpe en la mano con la mejilla.

- Oiga, que no me puedo cortar las rodillas. Dios me hizo así. Si usted levanta un poco el asiento, cabremos todos.
- No, señó. Éhtah son lah medidah del avión, y yo puedo bajá el asento hahta donde se pueda. Eh un estánda que tenemoh que respetáh.

Y el angelito, que vio que cerca de mi cabeza comenzaba a hacer mucho calor, dijo:

- Bueno, yo me voy a pasear un rato. Os dejo solos. No os paséis mucho.

En la próxima entrada se tratará de qué sucedió a continuación.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Feliz Navidad

a todos los lectores, y ahí va la felicitación correspondiente, que he escogido de entre las que había recibido hasta ahora. Y que es la que tiene más mensaje, así que Ded Moroz y Papá Noel ya pueden tomar nota.

Y eso que he recibido muchas. La más destacada, una procedente de la Generalitat Valenciana y firmada por "Francisco Camps, presidente", a quien no tengo el gusto de conocer, ni de votar, pero que ha mandado una reproducción del nacimiento, de Ribalta, muy bonita, en papel amarillento y con unos sobres de categoría. Ya es el segundo año que me la envía (el año pasado había sido Juan de Juanes el "diseñador" de la postal), y yo sigo preguntándome quién le habrá pasado mi dirección, pero, en todo caso, el detalle se le agradece, más que a él, al asesor, funcionario o personal de confianza que le haya pasado una lista de valencianos en el exilio en la que estuviera incluido este servidor de ustedes.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Agentes comunistas

Los bolcheviques, que eran gente más rara que bendecir la mesa en un MacDonald's, llegaron al poder en Rusia en 1917 con ganas de no dejar títere con cabeza. A sus manías contra las campanas y contra todo lo que oliera a incienso, unieron una serie de acciones encaminadas a dejar a Rusia de manera que no la conociera ni la madre que la parió, y así, aparte de la eliminación física de una parte considerable de la población y de la ejecución de un intenso programa de obras públicas con mano de obra esclava, despanzurraron al campesinado a base de bien y le obligaron a convertirse en obrero en un caso de alienación laboral sin precedentes en el sector.

Y sin embargo, el campesinado, por otra parte, había aplaudido con las orejas las primeras medidas de los bolcheviques y, en particular, el decreto sobre la tierra, que eliminó la propiedad privada sobre la misma, confiscó las posesiones de los terratenientes y preveía su entrega gratuita a los campesinos... hasta que a partir de 1928 comenzó la colectivización y el desastre. La colectivización tuvo además otro efecto paralelo, consistente en hacer desaparecer las tradiciones populares, muchas de ellas conectadas con las antipáticas campanas y el no menos repulsivo incienso. Y así es. Rusia se quedó casi completamente sin tradiciones, mientras que a los campesinos, que siempre son los que mejor las han guardado, se les iba enviando a las fábricas que se creaban en las ciudades. Durante los últimos años, gentes abnegadas están intentando recuperar tradiciones antiguas, pero me da a mí que la cosa no acabará de salir, porque las tradiciones, una vez perdidas, tienen difícil recuperación. Ya es otra cosa.

Bueno, pues para sustituir las tradiciones perdidas con algo nuevo que no tuviera sospecha de oler a incienso, llegó nuestro amigo Ded Moroz, cuya fiesta no comenzó hasta 1936 (no, no, no tiene siglos). Los niños le tenían miedo al principio, y no es para menos, pero finalmente el proceso de sustitución de todo lo anterior por Ded Moroz ha tenido éxito y ahora tenemos que Ded Moroz ha sobrevivido a sus inventores bolcheviques y aparece hasta en la sopa.

Anteayer, sin ir más lejos, estaba en el colegio de Abi y Ro, como ya se vio. Primero los niños llamaron a su nieta Sneguruchka, que se hizo un poco de rogar, pero apareció:

- (Привет, ребята!) Hola, niños.
- (Привет!!) ¡¡¡Hola!!! - responden a coro.
- (А вы меня узнали?) ¿Me habéis reconocido?
- (Дааааа!!!) ¡¡¡Síiii!!!
- (А кто я?) ¿Y quién soy?
- (Снегурочка!!!) ¡¡¡Snegurochka!!

Snegurochka se puso a jugar un poco con los niños, preparando la llegada del mismísimo Ded Moroz. Y luego dijo:

- ¡Vamos a llamar a Ded Moroz! Gritemos muy fuerte: Dedushka Moroz (Давайте позовём Деда Мороза! Давайте закричим громко: Дедушка Мороз!).

Y todos los niños se pusieron a berrear a grito pelado.

- ¡¡Dedushka Moroz!! (Дедушка Мороз!!)

Ni flores. Ahí no venía nadie.

- ¡Hemos de gritar más fuerte! (Мы должны кричить громче!) -dijo Snegurochka.

Los niños se desgañitaron hasta la exageración.

- ¡¡Dedushka Moroz!! (Дедушка Мороз!!)
- ¿Ya ha llegado? (А он пришёл уже?)
- ¡¡No!! (Нет!)
- ¿Cómo? ¿No está ahí detrás de la cámara? (Как? Разве это не он, за камерой?) -dijo, Snegurochka, señalándome.
- ¡¡No!! (Нет!)

Y un niño, especialmente exaltado, le espetó a Snegurochka.

- ¡No es ése! ¡Ded Moroz es rojo! (Это не он! Дед Мороз - красный!)

Sí, señor. Del todo. Pero a los niños no les importa.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

El verdadero rostro de Ded Moroz

Acabo de llegar de la fiesta de Año Nuevo (aquí pasan olímpicamente de la Navidad) del colegio de Abi y Ro, con la presencia estelar de Ded Moroz y Snegurochka, que ya fueron protagonistas por aquí en las mismas fechas del año pasado.

Abi y Ro van al mismo colegio, pero a clases diferentes y, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de los colegios españoles, no hay una fiesta de todo el colegio, sino que cada clase tiene la suya, de manera que me ha tocado ver por partida doble los números de Ded Moroz y Snegurochka. Ha sido muy interesante y me he tirado media mañana sacando fotos y grabando vídeos, como la mayoría de los padres que estábamos entre el público, pero yo lo he tenido que hacer dos veces. Al final, un poco más y Ded Moroz ya hubiera empezado a tutearme. Además, como no en vano se trata de un colegio especializado en música y coreografía, los niños hacían unos números de canto y baile que no se los salta un gitano. Qué fieras, tú.

Pero lo verdaderamente importante de haber estado en la sala tanto tiempo es que he descubierto la identidad secreta de Ded Moroz. Sí, sí, como suena. Ya casi todos los niños son conscientes de que la barba de Ded Moroz no es auténtica, sino postiza. Y es normal. Imaginaos a Ded Moroz, con el gorro, la barba blanca, el albornoz rojo, dando vueltas por Moscú en esta época del año: al pobre no lo dejarían en paz y le estarían pidiendo regalos por donde fuera. Así que, y esto que quede entre nosotros, Ded Moroz, cuando no está delante de los niños, sufre un radical cambio de imagen. Pero radical, radical.

Estaba yo con dos madres esperando en la sala el comienzo de la fiesta de la clase de Ro, cuando vimos entrar a un hombre de unos treinta años, de aspecto desastrado; panzudo, más que gordo; vestido con unos vaqueros raídos y con una camiseta de camuflaje, como el fondo de esta página; y, para acabarlo de arreglar, con una coleta en la parte superior de la cabeza, que más parecía pincel desmochado que otra cosa. Vamos, todo un cromo. El tal hombre avanzó y dejó una bolsa de plástico en la sala, para retirarse después.

- ¿Será éste Ded Moroz? - dijo una de las madres a la otra.
- No puede ser - repuso la otra. Y efectivamente, no parecía posible.

Luego llegó la fiesta, se presentó Snegurochka, nieta de Ded Moroz, y luego llegó el propio Ded Moroz, vestido de rojo y con las mejillas, también, de rojo subido. Jugó con los niños, cantó, bailó, repartió los regalos y luego se fue. Y poco después los niños cantaron una canción más y la fiesta se terminó. Y se retiraron todos los padres, menos yo, que seguía de servicio y me quedaba a la siguiente fiesta, la de Abi.

Y así fue como descubrí el pastel, sí, señor. Y es que, en el intermedio, volvió a aparecer el gordo desastrado de antes, con la bolsa de plástico que dejó en la sala; me fijé en su cara ¡y tenía las mejillas pintadas de rojo! ¡Era realmente él!

Así que ya sabéis la razón por la que no vemos a Ded Moroz por Moscú. En realidad, sí que lo vemos, pero no sabemos que es él, porque, para despistar, presenta un aspecto lo más desastrado y repulsivo posible, con el fin de que no le den la vara más de lo necesario. Y es que, efectivamente, el pobre trabaja tanto en estas fechas que tiene que pasar inadvertido los pocos ratos que pueda tener de descanso. Además, con lo incómodo que debe ser llevar ese pedazo de barba, supongo que hace mucho tiempo que tomó la decisión de afeitarse y de usar la barba sólo con los niños. A ellos no les importa que sea postiza.

Pero eso no es todo, no. En la siguiente entrada desentrañaremos más peculiaridades de Ded Moroz y de su misteriosa nieta Snegurochka. Digo lo de misteriosa porque nadie sabe quién es su madre y porque tampoco queda claro si es su madre o su padre el hijo de Ded Moroz.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Buratino

Ahora que se acercan fechas de buena voluntad, buenrollismo, lágrima fácil, sinceridad descontrolada y fin de período, es hora de ir haciendo algo de balance y de responder a algunas preguntas que de vez en cuando se plantean, antes de hacer las maletas y enfrentarse a los reencuentros familiares y de amigos propios de la temporada que empieza.

Y la pregunta más recurrente es: Todo lo que pone aquí, ¿es verdad?

La respuesta es no. Todo lo que pone aquí no es verdad. Hay algunas cosas totalmente inventadas (por ejemplo, ésta, basada en una foto auténtica, y ésta otra, también), otras están algo exageradillas, no mucho (y aquí y aquí hay algún ejemplo de este tipo de inexactitud), y otras son cuestiones de opinión; pero la gran mayoría son tan verdad que hasta están tomadas literalmente (y he aquí un ejemplo glorioso de estas últimas).

Lo de las mentiras es el pecadillo de Pinocho, el protagonista de uno de los cuentos más entrañables y populares en España. Pues en Rusia también es muy conocido, sólo que no se llama Pinocho, sino que hay una versión local escrita por Alexey Tolstoy (al que no hay que confundir con el conde Tolstoy, el de "Guerra y Paz" y todas esas novelas que nos ponían de niños en el asiento para llegar a la mesa). En la versión local, Pinocho se llama "Buratino", Gepetto "Papa Carlo" y, en lugar de hada madrina, hay otra marioneta, llamada "Malvina" (pero que no es argentina, ni británica). Sin embargo, con algunas diferencias, el argumento es bastante parecido y el cuentecito tremendamente popular en Rusia, hasta el punto de que ha dado lugar a películas, secuelas y mercadotecnia abundante.

Y así llega el momento en que estaba leyendo un cuento a la tropa, Abi, Ro y Ame, antes de ir a dormir. Lo de dormir no es muy popular entre la tropa, así que tratan de cambiar de tema para prolongar la velada. Y, en esto, Ro me mira a la cara y dice:

- Papa, ¿per qué tens el nas tan gran? (¿Por qué tienes la nariz tan grande?)

Vuelvo la cabeza alucinado. Pero Ro prosigue abriendo mucho los ojos y la boca:

- ¡Papà! ¿És que has mentit?

Sí. Y tengo el rostro de madera.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Carta abierta

Estimado señor Presidente:

Es usted cojonudo. Qué digo cojonudo: es usted el gobernante más íntegro y más original de toda Europa, y aún diría que de todo Occidente si no me temiera que podría usted no sentirse identificado.

A lo largo de estos últimos años, usted ha estado percibiendo un problema acuciante, cual era el de la aparición indiscriminada de ciudadanos extranjeros, occidentales, varones en su práctica totalidad, gente de moral relajada y costumbres licenciosas, que, en su discurrir por éste su país, acababan arrejuntándose con mujeres eslavas, las cuales, enajenadas por los cantos de sirena del varón forastero, consentían en convivir con el mismo en heterodoxa actitud y en permanente escándalo, sin formalizar su relación ni ganas de hacerlo y dedicándose al desorden, a la lujuria y puede que a las conspiraciones judeomasónicas o a la apología del fascismo.

En previsora actitud, Rusia exige visado a los extranjeros que se encuenten en su territorio, y me atrevo a apuntar que con buen criterio, aunque sólo sea para proteger en lo posible a estas inocentes criaturas eslavas de las hordas de guiris desordenados que urden todo tipo de artimañas para sacarlas de su estado angelical y conducirlas a la locura y a la degeneración.

Pero Satán es mucho Satán, y estos torvos personajes, agarrándose a los resquicios que una legislación demasiado generosa les concedía, habían venido burlando las barreras que se alzaban ante ellos y, simulando dedicarse a los negocios, trampeando y mintiendo, se conseguían proveer de visados anuales de múltiple entrada a fuerza de desvirtuar la noble institución del visado.

No es de extrañar la preocupación de usted al pensar en esta malhadada situación, en las infelices niñas engañadas por tanto varón licencioso, en las madres de las pobres niñas deplorando en silencio la perdición de las mismas, en los padres entregados a la bebida exclusivamente por la deshonra que les acongoja, en los hermanos avergonzados por el pésimo ejemplo de sus hermanas, otrora inocentes e inmaculadas y hoy convertidas en piedra de escándalo por la hidra moliciosa del enemigo. En tanta pureza y virtud, en suma, puesta en peligro por vecindad tan desdichada.

Afortunadamente, no contaban estos emisarios del maligno con su visión de Estado ¡Qué gesto redentor ha tenido usted! ¡Qué ardid tan astuto! ¡Qué genial idea la de limitar los visados a un máximo de tres meses consecutivos de estancia, y poner de patitas en la frontera al que los sobrepase!

Este golpe maestro ha venido a enderezar la situación. Vemos hoy como los licenciosos extranjeros, enfrentados a la perspectiva de visitar cada tres meses los acogedores pero minuciosos y exigentes consulados rusos, agachan su sucia cabeza y consienten, tras años de convivencia escandalosa, en contraer matrimonio con las rusas a las que, vergüenza debería darles, despojaron de su contrastada inocencia; vemos como, acto seguido, comienzan a pedir permisos de residencia en calidad de esposos amantísimos, y no como antes, en que pretextaban cualquier despropósito para continuar amancebados. Vemos, en suma, cómo se forman familias como Dios manda.

Esta bitácora, paladina de las buenas costumbres y de la estructura familiar, se honra en surgir en un país en que la legislación familiar camina en la dirección correcta, no como en otros, abocados cada vez más a la molicie y al desorden y teatro de toda decadencia imaginable de las buenas costumbres. Ea, pues, señor Presidente, siga por la senda estrecha, pero satisfactoria, del deber cumplido y ponga todo tipo de trabas a la estancia de estos indeseables en suelo ruso; complique la gestión de visados; continúe haciéndoles pasar un infierno burocrático a la hora de pedir la residencia; que expíen de esta manera su execrable comportamiento pasado y que lamenten el día en que despojaron de su candidez a las niñitas que, desprevenidas, desconocían hasta qué punto podían terminar en una vorágine impensable al alejar sus planes de convivencia del noble varón ruso, dechado de virtudes y espejo de santos, y entregarse a esos elementos extraños, enviados de Belcebú, que sólo son capaces de propagar la perdición y el desastre.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Erre que erre

Abi, Ro y Ame, que son españoles y no pueden serlo más, sin embargo son absolutamente imposibles de distinguir de los niños rusos con los que van al colegio o a la guardería. Al fin y al cabo, en Rusia pasan algo más de nueve meses al año, que ya dan de sí para mimetizarse lo suficiente con el entorno. El problema, a veces, viene en los otros casi tres meses, como mucho, que transcurren en España.

Como yo no soy objetivo, porque les oigo todos los días, presto bastante atención a cómo reaccionan en sus conversaciones con los demás. De momento, durante los primeros días siguen conversando en ruso entre ellos, pero al cabo de una semana pasan al castellano, o al valenciano, lenguas que en Rusia sólo usan hablando con sus padres, y siguen así hasta que llega la hora del retorno.

Abi y Ro, en esto, tuvieron suerte. Debido a que sus padres no hablaban ruso con ellas, no tuvieron más remedio que aprender otra lengua, y hacerlo bien. Y, en efecto, también son imposibles de distinguir de los niños españoles corrientes y molientes. A veces ha habido alguien que se ha empeñado en decir que tenían acento, pero ésos marisabidillos sabían que se trata de niñas que viven todo el año en Moscú y habrían dicho que tenían acento ruso así hablaran como castellanas viejas.

Ame salió más pícaro y se escaquea lo que puede de hablar en castellano o en valenciano. En este sentido, le ayuda que, a diferencia de sus hermanas, siempre cuenta con alguien dispuesto a entenderle y contestarle en ruso: sus propias hermanas. Quizá por eso, su pronunciación de la erre es manifiestamente mejorable.

Y es que la erre es una letra que se las trae. En castellano, tenemos una erre recia y vibrante y una más suave, pero no mucho más; en alemán, tienen una erre palatal que me hizo sudar tinta cuando me eduqué con ellos. Mi profesor, que había nacido en Prusia Oriental y cuyos padres salieron por piernas en 1944 huyendo del ejército rojo, me consolaba diciendo:

- No pasa nada. Puedes mantener la erre española, que es igual a la del dialecto de Prusia Oriental.

Mal consuelo, teniendo en cuenta que el dialecto de Prusia Oriental está más muerto que Carracuca. Pero bueno, siguiendo con las erres, el inglés tiene de todo, desde una especie fricativa hasta una casi inexistente... y el francés... madre mía, el francés, con su erre gutural y gangosa... más o menos como la pronuncia Ame, por otra parte.

El ruso tiene dos, como el español. Una se parece mucho a nuestra erre suave, pero es más suave todavía, y la otra, la erre blanda, tiene un matiz palatal bastante complicado de atrapar y que delata con bastante evidencia al hablante no nativo.

Quizá eran consideraciones como éstas las que pasaban por la cabeza de Ro, el otro día, a la hora de cenar. A Abi costó bastante convencerle de que era española; con Ro no ha habido que hacer un esfuerzo especial; de hecho, parece convencida de su nacionalidad y, en cada caso, quiere saber con quién se juega los cuartos.

- Papá...
- ¿Qué?
- Ame, ¿qué es? ¿Es español?
- ¿Español? ¡Claro! Igual que tú.
- Entonces, ¿por qué tiene acento?

lunes, 10 de diciembre de 2007

Echando valones fuera

Y con esta entrada voy a terminar esta serie belga, antes de volver a Rusia. Después de todo más vale escribir ahora, porque se trata de un país que podría no subsistir por mucho tiempo, tal como de están de enfadados flamencos con valones, y supongo que valones con flamencos, y donde la única cosa común es la Monarquía. Porque, lo que es Gobierno central, llevan la tira de tiempo sin él, y no pasa nada. Y eso a pesar de que el lema del país es "La unión hace la fuerza".

Después de que España dominara los entonces llamados "Países Bajos Españoles" durante cerca de doscientos años, me quedaba la duda de qué actitud mantendrían para con nosotros, igual que pasa en América del Sur, en que no falta quien nos acuse de todos los males que tienen. Pues bien, aquí, por lo menos, no nos acusan de sus males actuales (que ya los quisieran otros), pero sí que a veces parecen algo enfurruñados por los pasados.

Foto 1 (la de arriba): estatua de los condes de Egmont y Hoorn.

La foto es un ejemplo de enfado, procedente de cuando los condes de Egmont y Hoorn fueron ajusticiados en Bruselas por el Duque de Alba (ya dije que debía estar enfadado por el tiempo que hacía y esas cosas...) en junio de 1568, dice la estatua que "por una sentencia inicua". Los condes ésos, que son los mendas de la foto, eran un par de flamencos de buena familia que tuvieron sus más y sus menos con Felipe II sobre un quítame allá esa Inquisición, pero el Rey nunca estuvo para bromas y lo de gobernar sobre herejes, pijos o no, como que no iba con él. Al final, ochenta años después, la cosa salió mal, pero, si no hubiera sido por el proceso intermedio, Velázquez no hubiera podido pintar "La rendición de Breda", así que algo sí que sacamos del lío.

Foto 2: Don Quijote, Sancho, Rocinante y el Rucio en la plaza de España de Bruselas

En Bruselas existe una plaza de España, con estatua ecuestre de Don Quijote y Sancho. No es muy conocido que una de las primeras ediciones del Quijote, en español, fue la de Bruselas, tan temprano como en 1607, así que no es de sospechar que los bruseleses estén orgullosos de haber sido de los primeros en dar a la imprenta ese pedazo de novela. Supongo que la habrán leído tan poco como los españoles, y desde luego menos que los rusos, pero, lo que es imprimirla, ya lo creo que lo han hecho.

Foto 3: Spanjeplein

Y éste es uno de los letreros que señalan la plaza de España. Los demás son normales, pero éste no. Hombre, a mí la verdad es que me gusta más Gastón Elgaffe, de entre los personajes de Franquin, pero el Marsupilami no estaba tampoco mal.

Aún así... ¿cómo lo diría yo? Ya sé que Bélgica se enorgullece de sus dibujantes de tebeos, pero me pregunto si no se estarán choteando de nosotros.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Poniéndose flamenco

Lovaina, en un día feo, más lluvioso que húmedo y desagradable como él solo. Salgo de la estación de tren y me pongo a caminar bajo el impermeable por la ciudad, en busca de la oficina de turismo. El tiempo es tan malo que, y más en las fechas que estamos, me acuerdo del milagro de Empel. Se ve que el clima tampoco ha cambiado tanto en los últimos cuatrocientos y pico años. Ya bastante calado, consigo encontrar la oficina de turismo y entro en ella con decisión. Hay una mujer hablando por teléfono y una joven trajinando en su ordenador, con lo que me dirijo a ella:

- Bonjour, je voudrais acheter un plan de la ville avec quelques renseignements généraux sur les lieux d'interêt.

La joven me mira, sonríe y gira la cabeza de un lado a otro. La otra sigue hablando por teléfono.

"Bueno, igual sale en alemán, que es idioma oficial en una parte de Bélgica."

- Guten Morgen, ich wollte einen Stadtplan von Löwen kaufen, und zwar mit einigen Hinweisen über Sehenswürdigkeiten und so weiter...

La joven me mira, sonríe y gira la cabeza de un lado a otro. La otra sigue hablando por teléfono.

- Good morning, I would like to buy a plan of the city with some hints about monuments and so on.

La joven me mira, sonríe y gira la cabeza de un lado a otro. La otra sigue hablando por teléfono.

- A ver, lo que yo quería era un plano, un plano de la ciudad, a ver qué c*** hay que ver aquí.

La joven me sigue mirando fijamente. Al final, me obligó a desenterrar lo que aprendí en las poquísimas clases de holandés que se me ocurrió recibir. Lo malo es que estaba muy bien enterrado.

- Alstublieft, ik wil een stadplan hebben - alcancé a balbucir. Aún no sé ni si era correcto.

Al final conseguí el mapa, e incluso lo conseguí en castellano, y pasé un día mojado, pero excelente (la ciudad es preciosa). Eso sí, tiene narices que en una oficina de turismo de la ciudad universitaria por excelencia de Bélgica tengas que expresarte en flamenco para sacar algo en claro. Luego se quejan del Duque de Alba, pero, entre el tiempo que hace y cosas como ésta, ya lo voy comprendiendo mejor: el Duque estaba hasta las narices.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

El supermercado

Fue salir de la iglesia en dirección al Grote Markt, y allí estaba:

- ¡Mira! ¡Mira lo que hay allí!

Era una tienda rusa en pleno corazón de Bruselas. Iván da María, en cirílico, sin cortarse un pelo.

- ¡Vamos a entrar!
- Oye, que aún no tengo nostalgia, que yo anteayer estaba allí.
- No, vamos.

Y fuimos.

- Oye, que aquí hay de todo. Pero de todo de todo.
- Voy a enviar un mensaje a B***, que seguro que le gustará saber que tiene aquí esta tienda, para cuando le entren ganas de comprar algo ruso.

Mientras Alfina trasteaba con el teléfono, yo me di una vuelta por la tienda. Efectivamente había de todo: pryaniki, pelmenis congelados, ryazhenka, cerveza rusa (¡en Bélgica!), tarjún, gazirovka de marcas rusas, una videoteca notable y una pequeña biblioteca al fondo. Había pan borodinsky, embutido doktorsky, toneladas de eneldo... había todo tipo de bombones rusos. Sí, en Bélgica se podía encontrar chocolate que no fuera belga. De hecho, el surtido era mucho más variado que en la mayoría de tiendas de alimentación de Moscú.

- Oye, ¡si hay hasta pelmenis congelados! ¡Qué fuerte! ¡Si tiene muchas más cosas que el produkty del barrio!

La mayor diferencia con una tienda rusa de las que hay en Moscú es que ésta estaría atestada hasta la exageración y, en cambio, en la tienda rusa bruselense no había clientes. Sólo la pareja de dependientes, cuyos nombres, posiblemente, podrían ser Iván y María, y dos ancianos, hombre y mujer, sentados en unos sillones junto a la biblioteca y conversando sin prisa.

- ¡Pero si hasta hay babushkas!

Y más que había. Aquello funcionaba como tablón de anuncios de la comunidad rusófona local. En una columna cercana a la puerta, entre los bombones y el tarjún, había multitud de hojitas de papel anunciando clases de ruso, abogados belgas con ruso, clases de piano y de ballet, peticiones de empleo para, al parecer, rusos en busca de trabajo y todo tipo de traducciones, juradas o no, del ruso al francés, alemán o flamenco, o viceversa.

- Es mucho más grande que la tienda que vimos en Valencia.

Alfina ya se dirigió directamente al dependiente, que hasta entonces había estado mirándonos entre sorprendido y curioso.

- ¿Qué dirección es ésta? (Какой адрес у вашего магазина?)

Iván no se esperaba ser interpelado en ruso.

- Rue de l'Empereur, 27, но лучше и легше написать по-флямандски (pero es más fácil en flamenco), Keizerslaan.
- Не волнуетесь, мы просто рекомендуем ваш магазин (No se preocupe, sólo estamos recomendando su tienda).

De vez en cuando se oía ruso en Bruselas, una ciudad donde confluyen todas las lenguas, pero desde luego mucho menos de lo que sonaba el castellano. Algunas cosas, como que una tienda en Bruselas importe cerveza y chocolate ruso, y que posiblemente los venda y todo a un precio parecido al del producto belga (que, casi no debería escribirlo, es de bastante mejor calidad), pueden parecer sorprendentes, pero está visto que la morriña hace milagros.

De hecho, entonces sonó un zumbido procedente del teléfono de Alfina.

- Un mensaje. Ah, es B***, que ya le ha llegado el mío.
- ¿Y qué dice?
- Good tip! Thank you! Have a nice trip. B***

Creo que Iván ha ganado un cliente.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Gazapos brabanzones

Bruselas está muy bien, sí, además de encontrarse llenita de españoles. Yo diría que hay más que en el siglo XVII y que, si pusiéramos un banderín de enganche, llegábamos a hacer un tercio con seguridad. Pero, por muy ordenada que esté la ciudad, si se busca bien y se es lo bastante puntilloso, se le pueden encontrar errorcillos. Veamos algunos. El que quiera ver la foto más grande, que pinche sobre ella.

Foto 1: Godofredo de Bouillon

El primer gazapo lo encontramos en la Koningsplein, Place Royale o Plaza Real, en cuyo centro se alza una estatua ecuestre de Godofredo de Bouillon, "primer Rey de Jerusalén", según reza la inscripción. Pues nada de eso. Es cierto que, tras la toma de Jerusalén en 1099, durante la primera cruzada, al tal Godofredo le ofrecieron el título de rey, pero el chico era lo suficientemente modesto para no aceptar el título real de la ciudad donde murió Jesucristo y adoptó en su lugar el de Guardían del Santo Sepulcro.

El primer Rey de Jerusalén fue su hermano Balduino I, que le sucedió al año siguiente, tras su muerte, y que era, por lo que se ve, mucho menos modesto que Godofredo. De momento, un cerapio al que encargó la estatua. La LOGSE belga también hizo estragos, por lo visto.


Foto 2: La Virgen de la Soledad, Iglesia de Nuestra Señora de la Capilla (Notre-Dame de la Chapelle)

Aquí el gazapo es un anacronismo. Según el letrero situado a la derecha de la escultura, la imagen de la Virgen de la Soledad fue llevada a Flandes por los tercios del Duque de Alba y quedó allí cuando los tercios fueron disueltos (lo que ocurrió en 1704, con la reforma militar de Felipe V) y cuando "se puso para España el sol en Flandes" (y eso pasó poco después, en 1714, con los tratados de Utrecht-Rastadt).

A los tercios no les hubiera gustado nada ver la bandera rojigualda que han puesto para señalarlos, y que ellos no pudieron conocer, porque no fue inventada hasta el reinado de Carlos III (1759-1788). Cada tercio tenía bandera propia, y la más representativa era, precisamente, una bandera que provenía del lugar en que estaban luchando, cual era la cruz aspada de Borgoña. La rojigualda no apareció nunca por Flandes.


Foto 3: Vidriera de la catedral de Bruselas.

Esto no es propiamente un gazapo. La inscripción de la soberbia vidriera, regalo de bodas de Carlos I a su esposa Isabel, que están representados en la misma, reza así:

Carolus V Romanorum Imperator
Semper augustus
Hispaniarum et Indiarum Rex,
Asiae et Africae dominator
Belgii Princeps clementissimus
et Isabella eius uxor P.C.

que se traduce como

Carlos V, Emperador de Romanos,
siempre augusto,
Rey de las Españas y de las Indias,
dominador de Asia y África,
príncipe clementísimo de Bélgica,
y su esposa Isabel P.C.

Tú imagínate que estás escribiendo esa preciosidad de vidriera con esa virguería de letra y te das cuenta de que no te cabe todo lo que tienes que escribir. "Leches, leches, que no me cabe... ¿ahora qué hago? Voy a meter sólo las iniciales de las últimas palabras, a ver si cuela." Y cuela.

Supongo que los contemporáneos tendrían claro el significado de las siglas. Yo estoy casi seguro de lo que quieren decir. Lo que tengo claro es que la emperatriz Isabel no usaba ordenadores personales ni pertenecía al Partido Comunista.